lunes, agosto 20, 2007

Desafiando a Perú

Desafío en Perú
20.08.2007 -

Las consecuencias devastadoras de catástrofes naturales como el terremoto en Perú desafían la integridad del ser humano, así como la capacidad de respuesta de las autoridades locales y el correcto engranaje de los mecanismos internacionales de solidaridad y cooperación. El dramático caos que soportan localidades como Pisco, con tres cuartas partes de su superficie derruida, y el desamparo que reina en las aldeas más aisladas constituyen un reto de primer orden para la ciudadanía afectada, obligada a afrontar una situación límite que está haciendo aflorar los mejores valores individuales y colectivos, pero que también se ha convertido en un terreno propicio e indeseable para quienes carecen de todo escrúpulo. La desesperación de los damnificados, intensificada por los obstáculos en la distribución de los recursos disponibles a causa del deterioro en las infraestructuras, ha derivado en una comprensible pelea personal por la supervivencia que no ha impedido, no obstante, que la entrega y el compromiso común hayan facilitado las tareas de rescate y asistencia. Pero el pillaje resta eficacia a los esfuerzos por tratar de organizar el desastre y hacer llegar, cuanto antes, la ayuda movilizada por el Gobierno y la comunidad internacional.Los aún incalculables destrozos provocados por el terremoto y sus réplicas, que han dejado tras de sí ya medio millar de muertos y más de 80.000 damnificados, apelan a la competencia del Ejecutivo peruano para poder encarar una titánica labor que ha exigido medidas tan esenciales como proporcionar los ataúdes precisos para dar honrosa sepultura a los fallecidos y frenar otros males, como la extensión de epidemias. El presidente, Alan García, dio ayer por finalizados los trabajos más perentorios y anunció el inicio del desescombro, al tiempo que incidió en los mensajes tranquilizadores asegurando que el despliegue de efectivos policiales y militares está preservando el orden. Las apelaciones a la calma y la esperanza no deberían conducir a minimizar la gravedad de la catástrofe, ni favorecer comportamientos evasivos por parte de quienes tienen la responsabilidad de intentar frenar los saqueos y asegurar que los envíos de alimentos, medicinas y otros recursos esenciales llegan a su destino. El quinto gran terremoto registrado en el país desde 1991 forzará a las autoridades a revisar los instrumentos de prevención y de respuesta, así como la resistencia de las edificaciones e infraestructuras. Pero sus efectos también evaluarán la eficiencia de los resortes con que cuenta la comunidad internacional para sobreponerse a la fuerza de la Naturaleza y sus letales consecuencias sobre los más desfavorecidos.

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