martes, agosto 07, 2007

Declaracion de guerra de Al Qaida

martes 7 de agosto de 2007
Declaración de guerra de Al Qaida
EL último comunicado de Al Qaida se trata sin duda de una auténtica declaración de guerra -y no es la primera- de la organización terrorista más sanguinaria y peligrosa para Occidente desde el fin de la guerra fría. La cinta de vídeo difundida ayer, reivindicando los principales atentados cometidos bajo la siniestra bandera del radicalismo islámico que ha tomado ese nombre -incluyendo, expresamente, los atentados de la estación de Atocha en Madrid-, es un nuevo e inquietante intento de intimidación dirigido a las sociedades libres.
La organización terrorista no existe como tal, y precisamente por ello se trata de una amenaza más difícil de combatir, aunque no debemos dejar de hacerlo. Como se demuestra en su último mensaje, los terroristas no se olvidan de sus objetivos, por más que nos parezca que la amenaza disminuye; todo lo contrario. Se enorgullecen expresamente de las matanzas que han provocado, las enumeran y hablan de ellas como ejemplos de lo que están dispuestos a hacer para imponer su bárbara concepción de la sociedad.
La mención expresa de las embajadas y tropas desplegadas en el exterior como objetivos de futuras acciones no es más que la descripción de lo que pretenden de Occidente: que dejemos al resto del mundo en sus manos. Las naciones árabes y musulmanas no pueden sentirse aliviadas por el hecho de que los terroristas sólo se refieran a los países de la OTAN, además de Rusia y la India, con los que los extremistas dicen tener cuentas pendientes. La lucha que lleva a cabo la comunidad internacional contra la nebulosa de Al Qaida no es solamente para protegerse a sí misma, sino para impedir que esas sociedades de confesión musulmana -que serían las primeras víctimas de los extremistas- se vean sometidas y caigan en manos de una coalición de iluminados que quieren retrotraerlas a la Edad Media.
Para España el mensaje es igual de claro que para Estados Unidos o para cualquier otro país occidental. La única alternativa que nos dejan es someternos a sus designios o comprometernos a fondo en el esfuerzo común destinado a destruirlos. Y es evidente que para una sociedad libre y democrática sólo cabe la segunda opción. No hay cabida para ninguna «alianza de civilizaciones» que pretenda llegar a un punto de encuentro con los terroristas. La única alianza que cabe en este caso es el de las sociedades libres con todas aquellas que quieran serlo, en contra de las fuerzas criminales que tratan de someterlas. Naturalmente, estamos ante una misión extremadamente difícil, que llevará tiempo. Pero ésta es una guerra que no ha declarado Occidente y que no se puede permitir perder

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