domingo, agosto 05, 2007

De la desmesura al miedo

lunes 6 de agosto de 2007
De la desmesura al miedo
Es una pena que Felipe González no se entusiasme con la oposición porque si fuera «sensata», él hablaría de las cosas que no le gustan de la gestión de Zapatero. Como considera que es irresponsable y desmesurada la conducta de «la derecha», no va a dar pistas sobre conductas del presidente del Gobierno que considera erróneas y perjudiciales para el Estado. No parece muy leal la actitud. Pero nadie cometa la desmesura de calificar de cínico a González, ese observador privilegiado, multiplicador de riquezas y milagrero conseguidor. Ni al periodista que, en la obligación de presentar esta glosa trovadora de entrevista, pierde los sentidos y dice textualmente que «Felipe González, de 65 años, fulmina a los nuevos líderes del PP y a la jerarquía eclesiástica por la "regresión increíble" que han emprendido». Quizás las comillas se deban al criterio de la entrevistadora, María Antonia Iglesias, toda mesura ella. Pregunta como ejemplo, muy fina: «Esa estrategia que ha utilizado el PP de crear el problema, de incendiar el país para luego ofrecerse de bombero parecía producirles resultados».
Periodismo puro el de la chica más morigerada de la secta. Y respuestas clásicas de un González al que le da abismal vergüenza intelectual que le busquen y encuentren relaciones entrañables o incluso afectos con un personaje como Zapatero al que desprecia tanto como necesita para el bien de su impresionante y muy efectiva presencia en el mundo de los negocios internacionales. Las puyas a Zapatero son humillantes pero siempre las justas, esa puntita, suficiente para aclarar que él no forma parte de la tropa de trepas. Pero peores son los fachas. El viejo de 65 años, de vuelta de todo, tiene algo más que miedo a la probada disposición a la represalia del presidente. Esto le hace decir que el revisionismo es culpa «de la regresión radical» del único partido que no ha cambiado sus posiciones respecto a la constitución, al orden territorial, al terrorismo o a la monarquía. González prefiere, al contrario que Zapatero, la perífrasis o la sugerencia a la mentira seca. Alguna verdad se adivina y está en esa suculenta respuesta de que «no soy capaz de juzgar cual es la motivación personal de Zapatero para actuar de una u otra forma. (...) Que haya afirmado su liderazgo sin mi sombra no sólo lo acepto sino lo aplaudo».
Cierto que a Aznar se le fue la cabeza con la boda de su hija, síntoma del desenfoque final de una presidencia infamemente demonizada después en una orgía de deshonestidad intelectual sin parangón reciente. Pero resulta una pena que los mortales no veamos cuando esto se dice la retina henchida de Luis XIV en el ojo del gran conseguidor de poderosos como Carlos Slim o el Rey de Marruecos que aplaude al chico de León obrar fuera de su sombra. Pero el nieto ha llegado más lejos en casi todo. Cuando hace hablar a sus medios y periodistas de que «Zapatero dará ayudas a Canarias» o «anuncia ayudas sin límite para los afectados» -bolsillo dispuesto del generoso gobernante por la Gracia del Abuelo- o «Zapatero anuncia el Ave entre Madrid y Barcelona para Navidades», pensamos que si un jubilado tan próspero como González no se atreve a advertir sobre lo que hace mal el presidente es porque hay miedo. Habrá mucho más cuando todos hayan aprendido la lección. Mayores y pequeños. Para los pequeños ya ha salido de imprenta para su educación para la ciudadanía, asignatura que, aunque Fernando Savater se obstine en lo contrario, nos promete generaciones de niños camisas pardas como los descritos por Ödon von Horvath en su novela «Hijos sin dios». No se trata de creer en Dios ni Santo Tomás sino de no tener que creer en el comisario del pueblo para llegar a la universidad y a ser posible sin denunciar a los padres. Una desmesura, diría González. Que lea las citas presentadas por Alvaro Delgado-Gal ayer en estas páginas. Muchos serán dóciles. Como González y sus representados. Tienen mucho que perder. O los socialistas navarros a quienes Pepiño Blanco ha advertido, sin más, que obedezcan porque «no toleraremos críticas». ¡Hala! La advertencia es amenaza y es para todos.

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