viernes, agosto 17, 2007

Daniel Martin, Pocholo´s world

viernes 17 de agosto de 2007
Pocholo’s world Daniel Martín

El 16 de agosto de 1977 murió Elvis Presley. Este irrepetible artista, el mejor cantante de baladas de la Historia, amanerado en el rock pero soberbio sobre un escenario, era conocido como ‘El Rey’, y hoy, treinta años después, sigue siéndolo. Más aún, en estas tres décadas sin Elvis el mundo ha caminado, en casi todos los terrenos, pero sobre todo en el cultural, hacia un declive sobrecogedor. Hoy Elvis no vive. Ni nadie que le llegue a los microbios del barro de la suela de sus zapatos. La grandeza del “dios” de Memphis resulta hoy tan lejana como la de Winston Churchill, Luis XIV o Alejandro Magno. Cosas de la globalización, de la igualación consecuencia de la sociedad de consumo, de la ausencia de pertenencia a ningún proyecto común, de la aniquilación sistemática de la excelencia humana.
Aproximadamente hace diez días, unos energúmenos se cargaron un toro de Osborne sito en Cataluña. La idea era acabar con este símbolo españolista para reivindicar la “diferencia” catalana. En aras de la independencia, nada mejor que cargar contra un toro gigantesco y metálico que, de anuncio publicitario, creció a icono de nuestras carreteras, de nuestro paisaje. Ya puestos, que carguen contra los coches Seat fabricados en Martorell, contra los vinos de Rioja o los charnegos andaluces y extremeños. Cuando se trata de reivindicaciones fascistas, no deben existir límites. Y menos en esta España nuestra donde todos tenemos derechos, obligaciones sólo los “pringaos” que cumplimos con nuestras responsabilidades cívicas.
Cuando Elvis vivía, lo máximo a lo que se llegaba en Occidente era a cosas como el movimiento hippy o el mayo del 68, quizás el principio del fin de nuestra civilización. Hoy, más de treinta años después, hemos visto cómo los absurdos de las obras de Miguel Mihura se observan diariamente en los escenarios españoles, europeos, mundiales. Y lo peor de todo es que la mayoría de estos disparates se entienden como legítimos por mor a la libertad de pensamiento y conciencia. ¿Dónde hemos llegado cuando se considera sensato y legítimo defender una bandera moderna como la ikurriña —inventada por Sabino Arana, un loco que creía en la teocracia— y no la bandera que nos une desde tiempos inmemoriales? Mihura, Jardiel, Tono, etc. han pasado de humoristas a visionarios. Para echarse a temblar...
Hasta tal punto llega el desmadre nacional, el primero entre todos los occidentales —volvemos a ser cabeza de un imperio—, que el nuevo ídolo, el nuevo rey de la sociedad española es un humanoide que responde al nombre de Pocholo. Actualmente, gracias a La Sexta, este extraterrestre protagoniza un reality en el que viaja, en furgoneta, acompañado por una “tíagüena” conocida como Arancha Bonete, mujer de curvas de otra época, intelectual de finas ideas de la nuestra.
Pocholo y su mochila representan como nadie el mundo en el que vivimos. La libertad de este sujeto le invita a ser espectáculo mientras se emborracha, se “cagan tó” y demuestra su desprecio por cualquier norma básica de convivencia. El viejo juerguista bohemio que era sistemáticamente despreciado hace treinta años, hoy es una gran estrella de la televisión. La distancia entre Elvis y Pocholo es terrorífica.
Pocholo y Arancha viajan en furgoneta. Lo revelador es que jamás llevan puesto el cinturón de seguridad. Con la Dirección General de Tráfico en nuestra chepa “por nuestra seguridad”, Pocholo tiene puntos de sobra porque no le caerá una sola multa a pesar de la evidencia visual de que no cumple con una regla de seguridad tan sencilla como ponerse el cinturón. Él, como muchos otros, está por encima —o por debajo— de la ley. Actualmente, el imperio de la ley es el primer principio jurídico sistemáticamente ignorado. Y así no hay democracia que exista, no hay sociedad que pueda sobrevivir, fructificar en cosas excelentes.
Elvis, como hijo de su época, sucumbió joven por culpa del alcohol y las drogas. Su luz como artista era tan grande que era monarca a pesar de tal circunstancia. Hoy, Pocholo, es un personaje idolatrado y celebrado gracias, en gran parte, a esa misma circunstancia. Nunca treinta años dieron para tanto. Lo peor es la resignada permisividad que existe ante el disparate continuado y antijurídico de personajes como Pocholo, sólo uno más de los becerros de oro de nuestros días: Victoria Beckham, Ana Obregón, Belén Esteban, Lydia Lozano, etc. Personajes sin ninguna aptitud que les distinga de la masa, todos ellos modelo de amoralidad, reflejo de una sociedad enferma, seres siderales a la cabeza de un mundo que viaja a ninguna parte.
Así las cosas, no puede extrañar a nadie que al final el que lo pague sea un toro de metal o un cajero automático. Cuando Pocholo es un ídolo de masas, el “todo vale” es un principio básico de convivencia. De un Elvis soberbio y divino en lo suyo, hemos pasado a un clima de dejadez moral y permisividad legal salvo en esos dos o tres puntos que cada gobierno considera de máxima prioridad. Con la salvedad, claro está, de los Pocholos y demás personajes que mantienen entretenido al pueblo: titulares de privilegios, a ellos la ley no les alcanza ni en esas pequeñas excepciones.
dmago2003@yahoo.es

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