lunes, agosto 13, 2007

Daniel Martin, La parodia parlamentaria

martes 14 de agosto de 2007
La parodia parlamentaria Daniel Martín

Tras la elección de Miguel Sanz como presidente foral de Navarra, Patxi Zabaleta, líder de Nafarroa Bai, aseguró que se había traicionado el resultado de las últimas elecciones. La lista de UPN, el partido de Sanz, fue, de largo, la lista más votada. Sin embargo, según este vidente, el pueblo navarro quería que gobernase la segunda con la ayuda del PSN, la tercera. Y —¿por qué no?— con Fernando Puras, el líder socialista, como jefe del ejecutivo. Ciertamente, es complicado conocer la voluntad popular. Porque, ¿realmente el resultado de los últimos comicios debía interpretarse así? Aunque gane un partido, ¿debe gobernar el tercero con el segundo? Entonces, ¿la única esperanza para algunos es, impepinablemente, sacar mayoría absoluta? Así funcionan las cosas en España. Por bloques monolíticos partidistas que, antes que representar votos y personas, defienden sus propios intereses. El PP ganó las últimas elecciones gallegas pero se quedó a un escaño de la mayoría absoluta. Un victoria abultada. Por eso ahora se encuentra en la oposición, porque el parlamento gallego tuvo la oportunidad de elegir como presidente al segundo candidato más votado. Lo mismo ocurre, por ejemplo, en Cataluña, donde CiU es la fuerza más votada, o en Baleares donde, increíblemente, Jaume Matas venció en número de votos.
El principal problema de esta mentira política aceptada en España como dogma de fe —siempre seremos católicos— reside en nuestro sistema electoral, donde el ciudadano sólo puede elegir una lista cerrada fabricada por unas siglas. El Parlamento siempre obedecerá a los partidos, nunca al interés social, a la hora de elegir el Ejecutivo. Mientras que en una sola elección —secuestrada por esas listas que impiden saber quién nos representa realmente en cada asamblea— se elijan a dos de los tres poderes políticos, estas incongruencias serán una triste constante, por muy unánimemente que se tolere.
Porque el problema viene después. Cuando los Parlamentos eligen a su propio gobierno, éste nunca estará convenientemente controlado a no ser que, como en Inglaterra, cada diputado represente a un grupo concreto de ciudadanos. En España los parlamentos obedecen a su gobierno, sobre todo si éste goza de una mayoría amplia, sea legítima o no. El gobierno de Sanz en Navarra, dada la calaña política que sufrimos, será corto, tumultuoso e impotente para hacer nada. Aunque eso sea lo menos conveniente para los navarros.
La inutilidad fáctica de los parlamentos, su prostitución, se vio ayer en Cataluña. Después de semanas de caos en los cercanías y la red eléctrica de Barcelona, y de atascos kilométricos en las autopistas regionales, José Montilla pasó por el Parlament a dar explicaciones. Y todos contentos, que PSC, ERC e ICV forman una mayoría estable y bien avenida. El Ejecutivo, según esta sesión más informativa que de control, recibió el beneplácito de sus obedientes súbditos parlamentarios. Más tarde, pasaron por ahí los representantes de Endesa, una compañía privada, y Red Eléctrica, un monopolio pseudoestatal que va de empresa privada. Ellos eran los que tenían que rendir cuentas y convencer al poder legislativo catalán. ¿Existe absurdo mayor?
Porque es el Ejecutivo quien “ejecuta” las leyes y asegura que las infraestructuras funcionan según las necesidades del pueblo. Si alguna empresa privada falla en su cometido, ¿es en el Parlamento donde debe rendir cuentas? ¿Acaso lo que falta aquí no es una auténtica liberalización del mercado energético? Si Endesa o Red Eléctrica han obrado mal, ¿no debería el Ejecutivo iniciar un procedimiento administrativo sancionador o, llegado el caso, acudir al Poder Judicial? ¿A qué viene esa pantomima parlamentaria que lo único que consigue es trasladar al Parlamento lo que tiene que hacerse fuera de él?
En España la incultura política democrática ha convertido el poder legislativo en un orden que hace de todo menos legislar. Comisiones, controles, vigilancias... misiones que tienen poco de democrático en cuanto están dominadas por los partidos políticos. Desde el momento en que un diputado no representa a nadie concreto y, de responder, sólo rinde cuentas al partido al que pertenece, el Parlamento es un órgano que obedece antes que ordenar o controlar fehacientemente. Es un Parlamento irresponsable que consigue legitimar las actuaciones del Poder Ejecutivo al que él mismo eligió, no siempre respetando el resultado de las urnas.
Pero lo peor de todo es que, cuando jugamos en teoría a un mercado libre, los parlamentos en España se han constituido en una especie de Gran Jurado que obliga a empresarios a rendir cuentas. Montilla fue a campo propio a tirar un penalti sin portero. Y así es fácil responsabilizar a los demás de las carencias propias. Sanz ha sido elegido por un Parlamento que, en lugar de buscar el bien de los navarros, jugará a impedir la labor ejecutiva mientras la legislativa se queda en “pause”. Pero todos contentos, que así funciona el sistema. Las carreteras, las vías, la electricidad, la seguridad ciudadana... todo eso no funciona. Pero, ¿qué más da?
dmago2003@yahoo.es

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