martes, agosto 28, 2007

Daniel Martin, La gran universidad española

martes 28 de agosto de 2007
La gran universidad española Daniel Martín

En abril publiqué en esta web un artículo titulado Réquiem por la Universidad en el que, para defender las ingenierías, criticaba la actual universidad española. Por considerarlo de interés, la revista BIT del Colegio de Ingenieros de Telecomunicaciones lo reprodujo en su número 162. En el siguiente número, Antonio Pérez Yuste, profesor de la Universidad Politécnica de Madrid y director de la E.U.I.T.T., me descalificaba por hablar mal de nuestras facultades y dudado de la capacidad de sus alumnos. Simple disparidad de opiniones que no debería servir para justificar insultos. Por lo menos en un país libre. Sin entrar en polémicas, voy a argumentar mis críticas al sistema español de enseñanza superior:
Superior en contraposición a enseñanza media. La masificación en las aulas y la generalización de títulos universitarios ha conseguido que estos pierdan valor relativo. La universidad, por definición, es elitista porque prepara a unos pocos para tener una mejor preparación. Si el Estado y las autonomías sostienen este sistema público es para preparar a un reducido número de ciudadanos para ser los “mejores” del país y ayudar a su progreso. Al masificarse en todos los sentidos, la enseñanza superior ha dejado ser tal, ha perdido calidad y nuestros licenciados apenas pueden aportar nada. Incluso comienza a ser común la idea de que, si no tienes estudios superiores, es que tienes una educación inferior. En lugar del antiguo respeto al licenciado, nos encontramos con el desprecio del que no lo es.
Esto no quiere decir que la universidad deba ser únicamente para ricos. A los estudios superiores deben llegar los mejores. Todos. Pobres y ricos. De ahí que deban existir unos planes de becas que aseguren que ningún miembro de la sociedad se quede fuera de la universidad por motivos económicos. La masificación de alumnos no mejora la calidad de licenciados e ingenieros. Más bien lo contrario: impide que los estudios lleguen a los niveles de excelencia que exige cualquier proyecto financiado con dinero público.
Por otro lado, la propia politécnica de Madrid demuestra que con menos alumnos se estudia mejor. Los dos primeros cursos de las ingenierías funcionan como un filtro que “elimina” al 90% de los estudiantes, como demostró el Plan Nacional de Evaluación de la Calidad Universitaria de 2005. Quizás por eso mismo los “pocos” ingenieros son tan cotizados en el mercado laboral.
Cada vez hay más empresas que renuncian a contratar licenciados por no estar suficientemente preparados y tener grandes aspiraciones monetarias. Hoy en día, si se es práctico, no siempre viene bien acabar la universidad. Tan solo para algunas oposiciones es absolutamente necesario.
La masificación no sólo afecta al número de alumnos, sino también al número de centros. En España hay más de 70 universidades públicas, a las que hay que añadir las privadas. Así se difumina la calidad: los mejores catedráticos, en lugar de formar excelsas facultades, andan desperdigados por toda la geografía nacional.
El señor Pérez Yuste asegura que los profesores universitarios de la actualidad están mejor preparados que nunca. Argumenta que tienen que pasar más pruebas y evaluaciones que en el pasado. Me pregunto dónde están los resultados de sus investigaciones y sus publicaciones. Por otro lado, si antes teníamos a Castelar, Unamuno, Castán o los Jiménez de Parga, ahora tenemos a Carmen Caffarel o Mercedes Cabrera.
Los planes de estudios de la actualidad han convertido a las licenciaturas en poco más que unos pequeños trámites aunque, claro está, puedan resultar complicadas a los colegiales que han crecido a la sombra de la LOGSE. La universidad nunca conseguirá paliar las carencias con las que un alumno sale del sistema escolar, a menudo sin dominar el español ni las operaciones matemáticas básicas. Con esas carencias, creo yo, no se puede ser un auténtico universitario.
Hasta aquí, casi todo, son opiniones.
Ahora un dato: en los numerosos estudios que realizan la Unesco y otras organizaciones, ninguna universidad española se encuentra entre las cien primeras del mundo. Nuestros ingenieros son cotizados internacionalmente. Sus universidades, no. Algo pasa con el sistema. Quizás no haya que ser tan “incendiario” como yo, pero nuestra universidad no es tan buena como algunos la pintan. Junto a la envidia, dice Salvador Monsalud, el principal pecado español es la incapacidad para la autocrítica.
dmago2003@yahoo.es

No hay comentarios: