viernes, agosto 10, 2007

Daniel Martin, Gobierno de España

viernes 10 de agosto de 2007
Gobierno de España Daniel Martín

En el verano los biorritmos se ralentizan. Tanto los humanos como los sociales. Por eso, quizás sólo en apariencia, hay menos publicidad en televisión y radio. Sólo se mantiene constante el número de anuncios de la llamada publicidad institucional, es decir, aquella que pagan los fondos públicos del Estado central y sus desviaciones autonómicas. Así, parece, relativamente, más frecuente que durante el resto del año. En cualquier caso, uno se pregunta si este dinero, que es de todos nosotros, invertido en publicidad convierte a lo público en el primer anunciante del país por encima, incluso, de las grandes empresas nacionales.
Lo peor de esta publicidad es que suele, más que informar, alabar la buena labor de este o aquel gobierno. Ya sea en Madrid, Cantabria o Cataluña, hay un anuncio que nos recuerda qué bondadoso y eficaz es el presidente autonómico de turno. Esta propaganda financiada con nuestros impuestos resulta, a priori, escandalosa. Pero ya se sabe que en España el escándalo lo provocan Belén Esteban, Ana Obregón o Alessandro Lecquio, y no los asuntos realmente importantes. Carencia social adecuadamente mantenida y aumentada por los nuevos planes de estudios.
Bien pensado, en estas democracias nuestras de poca enjundia, ninguna idea y aún menos buenas intenciones, parece obligado que, entre las labores del gobierno, se encuentre la del “autobombo”. Si la esencia de nuestros partidos políticos, en lugar del bien común, es el mantenimiento o ascenso al poder a cualquier precio... ¿qué menos que unos cuantos millones de euros para financiar los medios de comunicación al tiempo que se da publicidad de la gestión y del alma caritativa de los diferentes jefes de los dieciocho ejecutivos y pico que conforman la España autonómica? ¿Hay alguna manera mejor de asegurar la fidelidad –o, por lo menos, la no excesiva enemistad– de una radio, televisión o periódico? Seguramente no, y esto encaja a la perfección con ese sistema que algunos consideramos ni democrático ni de Derecho.
El asunto de la publicidad pública no es nuevo. Lo que este verano me llama la atención es que el Ejecutivo de José Luis Rodríguez Zapatero ha elegido un gran eslogan para los anuncios que nos ayudan a ser mejor ciudadanos según su visión despótica de la sociedad. Ya sea para aconsejarnos que no debemos correr en carretera, hacer barbacoas en el bosque ni atropellar linces en Doñana, el anuncio siempre termina diciendo “Gobierno de España”, el mejor eslogan desde los tiempos de Franco.
Resulta chocante que esta campaña la haya iniciado el Gobierno que ha dado carta libre a la reforma de los estatutos de autonomía, el ejecutivo que, desde 1978, más ha insistido en despojar al Estado central de competencias para dárselas a las comunidades autónomas. Y, desde luego, esta campaña propagandística resulta mucho más eficaz que la enorme bandera que el gobierno anterior colocó en la madrileña plaza de Colón. Ahora todos los españoles escuchamos constantemente el sonsonete “Gobierno de España” que nos recuerda que, a pesar de sus rencores, odios y envidias, Zapatero es el presidente de todos los españoles, menos de las Fuerzas Armadas.
Lo más irónico del asunto es que, tratándose de un gobierno que alardea de amante de la libertad, toda esta publicidad nos recuerda la esencia del socialismo, que no es otra que la del control absoluto del ciudadano. Parafraseando la polémica asignatura Educación para la Ciudadanía, todos estos anuncios nos recuerdan cómo debemos comportarnos en el patio español y que todas nuestras acciones están vigiladas por las distintas campañas policiales. Agradecidos deberíamos estar, porque con estos anuncios es imposible olvidar que actualmente el ciudadano honrado y legal está más perseguido que el infractor sistemático de la ley.
Me pone de los nervios ver incontables controles de alcoholemia en las carreteras cuando se sabe que a unos pocos kilómetros hay un camello pasando droga. O que te pongan una multa por velocidad un poco excesiva cuando hay por ahí cientos de conductores que efectivamente nos ponen en peligro a todos, cruzándose de carril, dando frenazos o realizando otras maniobras temerarias. Y las carreteras con más baches que kilómetros sin defectos. Papá Estado nos tiene bien vigilados, y hay de aquel que se descuide.
Tiene gracia que con Zapatero no dejemos de oír “Gobierno de España” en todos los medios de comunicación. Es un alarde de caradura y un síntoma claro de los dejes franquistas de la actual administración. Lo que no la tiene tanto es la persecución constante y sistemática a la libertad ciudadana. Tal y como funcionan las cosas, a uno le dan ganas de pasarse al otro lado de la ley, comenzar a pertenecer a algún grupo marginal o, directamente, emigrar a un país donde compense ser buen ciudadano.
dmago2003@yahoo.es

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