miércoles, agosto 22, 2007

Carlos Luis Rodriguez, ¿Quien teme a Gallardon?

CARLOS LUIS RODRÍGUEZ
a bordo
¿Quién teme a Gallardón?
Lo que separa a Gallardón de sus detractores es su interpretación del 14-M. Para el alcalde madrileño fue un revés, mientras que sus críticos ven en la infausta fecha una anomalía. Hay más que un matiz entre una idea y la otra porque el revés permite en todo caso mirar adelante, a diferencia de la tesis anómala, que obliga a escarbar en el pasado. Junto, o frente, a un PP que se queda petrificado como las estatuas de sal, está otro que no encalla en la desgracia. En medio de ambos, Mariano Rajoy.
Las acusaciones de ambicioso, oportunista, ególatra y demás lindezas que se lanzan contra el regidor son accesorias. Como sucede muchas veces en el debate político, se pretende oscurecer el meollo, lo esencial, con argumentos ad hominem. Es una técnica similar a la que usan en el cine algunos directores, al hacer que el malo sea además feo, y en ocasiones maleducado.
Lo curioso es que parte de la doctrina gallardoniana se ha ido imponiendo. Sin proclamarlo de forma oficial, parece evidente que el Partido Popular abandona sus obsesiones con el 11-M, tal y como Gallardón propuso hace tiempo en medio de los denuestos de Acebes y compañía. En cuanto a los matrimonios gais, otro de los puntos de fricción, la dirección del PP modula sus posiciones iniciales. La relación con los nacionalistas se suma a la relación de asuntos en los que el controvertido alcalde madrileño hace de pionero: guiños a CiU, conversaciones en penumbra con el PNV, morisquetas al BNG, pacto con Coalición Canaria, que viene a ser el Nafarroa Bai insular...
O sea, que la guardia pretoriana de los populares hace lo que Gallardón dice, pero a destiempo y acompañando los virajes con descalificaciones al alcalde. La política oficial del PP sufre continuas rectificaciones, pierde la iniciativa, permite que Zapatero salga de las cuerdas, y sin embargo, se culpa al disidente maldito de ser un quintacolumnista de no se sabe qué trama.
Ese núcleo de ex que rodea a Rajoy necesita la revancha electoral, una revancha más personal que política. Para ellos la próxima cita se plantea como una corrección de esa anomalía del 14-M que convirtió a quienes iban a ser los continuadores del aznarismo en sus enterradores. Eso no puede quedar así, piensan. La cuestión es que el electorado propio y el flotante vea también ese mismo escenario. Las encuestas, desde luego, dicen que no.
Más allá de números y porcentajes, envían un mensaje que podría resumirse así: la alternativa a Zapatero no puede ser dar marcha atrás y situarnos en el 10 de marzo de 2004. Dicho de otra forma más cruel, la obstinación en caras retroactivas le da al PSOE una baza valiosa, que es la de contraponer futuro y pasado. Es el mismo error que los socialistas cometieron en la etapa de Almunia, un tipo excelente que tenía en contra la memoria histórica.
El problema que sigue teniendo el PP es cómo encajar las pasadas elecciones generales en su álbum de recuerdos. El problema de Rajoy es cómo conciliar el empeño de sus próximos de reivindicarse, de enmendar lo que ocurrió, con el deseo de buena parte de la sociedad de superar aquellos traumáticos días. Por eso Gallardón provoca tantos recelos en el aparato, porque saben que no está socialmente solo.
En un partido como Dios manda, que el alcalde invicto de la capital acudiese voluntario a la oficina de reclutas provocaría aplauso y alegría. Aquí lo rechazan precisamente los derrotados que quieren conducir a don Mariano hacia la victoria.

No hay comentarios: