miércoles, agosto 29, 2007

Carlos Luis Rodriguez, El ex desenjaulado

miercoles 29 de agosto de 2007
CARLOS LUIS RODRÍGUEZ
a bordo
El ex desenjaulado
Meter a los ex presidentes en el Consello Consultivo tiene sus cosas positivas, pero a cambio los enjaula. Bastante presos están ya de su propio pasado como para que encima se los recluya en un organismo en el que casi pasan a ser espectros institucionales. Sus opiniones, si alguien se las pide, han de ser matizadas, sus posturas medidas, su coche oficial les da una capacidad de movimientos física, pero recorta la mental. ¿De verdad les compensa?
Al país, no. Para Galicia serían mucho más rentables plenamente libres y capaces de decir cosas convenientes e inconvenientes, como las que se le oyen de vez en cuando a Fraga. Da la impresión de que se lo pasa en grande haciendo trizas esa corrección política que encorseta la sociedad. Qué inmensa satisfacción debe ser el poder hablar sin miedo a las encuestas, ni a las preocupaciones por conservar sutiles equilibrios. Esto no se dice, esto no se hace. Qué duro debe ser llegar a la madurez, hacerse político y tener que actuar como un niño.
¿En qué coincide el empresario de éxito y el político que de repente se convierte en líder? La clave no puede estar en los manuales de economía, ni en los tratados de política aplicada, sino en la heterodoxia. Uno intuye que tal o cual producto puede pegar en el mercado, a pesar de lo que digan los gurús del momento; el otro otea un cambio de mentalidad que todavía no ha sido captado por los encuestadores y lo aprovecha, lo escarba y convierte a ciudadanos que sentían lo mismo en soledad, casi con vergüenza, en una fuerza social.
El Fraga que llega a Galicia como un náufrago arrojado por la cruel política cortesana es un líder, un líder que Aznar no soporta (y viceversa), que el clan de Madrid no entiende y cuyo galleguismo rechina, un líder que vuelve ahora de veraneo para soltar latigazos que restallan como una revancha retroactiva, servida fría, aunque esté acompañada de la clásica queimada.
Gracias a esa libertad que no se pueden permitir los venerables miembros del Consello, puede decirse que Cacharro se apega al poder, o que hay que ir pensando en la sucesión de Rajoy. Algo de eso se ha dicho por ahí, pero de forma encriptada, para que luego los expertos en códigos vayan sacando las capas de simulación, hasta llegar al mensaje. A don Manuel se le entiende. Habla claro en un mundo político evangélico donde todos son parabólicos.
Los niños sin modelar por la educación, y los mayores desmodelados por la experiencia, carecen de inhibiciones y se hacen portavoces de lo que muchos piensan, sin atreverse a decirlo. Son dos etapas en las que se actúa despreocupado de las apariencias, libre de la sensación de sentirse constantemente observado y evaluado.
Es Galicia un país que casi siempre ha carecido de una intelectualidad autónoma. Tanto el poder como la oposición se las arreglan para fagocitarla y hacer de ella un sucedáneo. Kundera dice que ése es el problema de los países pequeños, como el suyo y el nuestro. Quizá pudiera paliarse dándole cancha al ex que se complace en decir lo que piensa y hacer lo que le peta, igual que el Fraga que pone a remojo la barba de Rajoy, o el Beiras que se ofrece con ilusión juvenil a las causas de fondo perdido.
A su manera son los nuevos irmandiños en una Galicia en la que cada dirigente permanece en su castillo, rodeado de palabras sopesadas previamente por los expertos. Son seres de lejanías, que diría este Umbral huido que tuvo la suerte de ser un ex profesional, de tantas cosas.

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