jueves, agosto 09, 2007

Blanca Alvarez, ¡Un contable, por favro!

¿Un contable, por favor!
09.08.2007 -
BLANCA ÁLVAREZ b.alvarez@diario-elcorreo.com

Decir que los números contienen poesía, o que el teorema de Poincaré define con precisión una clave del universo, a estas alturas de nuestro endeudamiento, suena como a mal chiste. Debe de resultar más fácil manejar los descomunales beneficios de la banca o las eléctricas que controlar nuestros gastos familiares. Y es que ya no se trata de hacer cálculos sobre el céntimo diferencial entre la leche de marca o la genérica; ni de recoser los bajos del vaquero o andar a la caza de toda oferta genial. Manejar las cuentas domésticas requiere conocimientos de ingeniería matemática. Avanzados.Para vivir al día y al límite, cumpliendo con las prescripciones sociales imprescindibles en todo ciudadano políticamente correcto, es decir, a la puñetera carrera, con plazos y vencimientos vitales perfectamente definidos por el mercado, se precisa controlar todas las ofertas crediticias. Un ejemplo. No ha quedado ni un euro en nuestros hipotecados bolsillos, pero quedarse sin veraneo sería incumplir con el sagrado mandamiento de ser felices o parecerlo; los niños comenzarán el cole antes de quitarnos el cansancio de la playa. Los recibos se acumulan y ya no tenemos posibilidad de otro crédito rápido para sortear el rojo encendido de las tarjetas. Entonces nos quedan los plazos, esa sutil gentileza de los mercaderes para recordarnos que la vida es un plazo sin fecha fija de vencimiento y que vamos pagando cuotas de muerte en cada etapa.Y en este punto comienza el desvarío neuronal de quien no tenga un ordenador con programa adecuado: a estas alturas, aún estamos con los plazos de las comilonas y excesos navideños, que no íbamos a quedarnos sin gambas o turrón ni dejar al niño sin el último grito en juegos virtuales; claro que aún colean las letras del coche, que está para el arrastre y todavía pertenece a la financiera; por suerte, la tarjeta de crédito que nos dividió el pago de las compras para la última Semana Santa ha pasado de morado a rojo suave, o sea, le queda la posibilidad de volver al morado penitente; la ortodoncia de la niña se alarga más que esos paletos entrañables que tanta gracia le daban a su risa, con lo cual difícil tenemos aplazar un cambio de montura en las gafas, ¿un asco, porque las de ahora son de otra temporada! En medio de todo este caos, ya resuenan los tambores de quienes aguardan sobre el felpudo su turno, a saber, las vacaciones a pagar en diez meses después de octubre; los libros del cole, para comenzar a pagarlos en enero; por suerte, la póliza del seguro obligatorio del coche, también nos permiten pagarla en tres plazos. Y para llenar la despensa en septiembre, no quedará más remedio que recurrir a otro plazo.Acabo de leer que un local de venta de lotería anuncia los décimos en cómodos plazos. ¿Se imaginan pagar así la desilusión y la mala suerte?

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