lunes, agosto 06, 2007

Antonio Sanchez Gijon, Brasil colabora con la checa cubana

martes 7 de agosto de 2007
Entrega de dos boxeadores
Brasil colabora con la checa cubana
El problema para las autoridades brasileñas ha sido cómo satisfacer a Castro sin perder la cara, es decir, sin que se note que no han tomado en suficiente consideración el derecho internacional y las convenciones interamericanas sobre derechos humanos
Antonio Sánchez Gijón

Brasil tiene un régimen considerado como democrático. Sin embargo, recae sobre la policía de ese régimen democrático la sospecha de colaborar con la policía de una dictadura, la cubana. Brasil debe una explicación sobre la entrega a Castro, el domingo día 5, de dos deportistas (boxeadores) que durante los recientes juegos panamericanos en Río de Janeiro se escaparon de su equipo, aparentemente deseosos de viajar a Alemania para firmar un contrato con Arena, una empresa de contratos deportivos. Digo "a Castro" porque el dictador ha dado pruebas en las últimas semanas de que este es "su caso", su afrenta personal, la humillación que él, el Gran Castro, no puede tolerar.
Castro ha dedicado en las dos últimas semanas tres cartas-arengas, de esas con las que demuestra que todavía tiene las riendas de todo, contra cuatro cubanos del equipo oficial que no se presentaron a sus obligaciones en los juegos.
La colaboración de la policía brasileña con la cubana la expone el mismo Castro en su misiva del 4 de agosto: "Los boxeadores habían sido localizados y detenidos por las autoridades en una playa cercana a Río de Janeiro". ¿Su delito? "Carecían de documentación... Las autoridades nos solicitaron la documentación y la representación consular de Cuba, siguiendo instrucciones de nuestro embajador, procedió a realizar los trámites oportunos".
El problema para las autoridades brasileñas ha sido cómo satisfacer a Castro sin perder la cara, es decir, sin que se note que no han tomado en suficiente consideración el derecho internacional y las convenciones interamericanas sobre derechos humanos, y las tradiciones de refugio político tan típicamente latinoamericanas.
Es el mismo Castro quien ha preparado para ellas una mascarada. Los dos boxeadores se arrepintieron de su deserción y consintieron en ser devueltos. Naturalmente, no había habido amenazas de represalias sobre sus familias. Arena afirma que ésa es precisamente la explicación del cambio de actitud de los exiliados. A los deportistas, dice Castro, no se les aplicarán métodos como los que usan los Estados Unidos sobre los detenidos de Guantánamo y Abu Ghraib. Sólo "se les trasladará provisionalmente a una casa de visita y se les brindará acceso a sus familiares". Es decir, están detenidos por el delito de querer salir de su país. Eso sí: "La prensa podrá contactarlos si ellos desean hacerlo". Lo que es muy probable que no deseen. Por lo menos con la prensa extranjera libre.
La revolución es benigna, la revolución perdona, la revolución ama a sus hijos pródigos: Castro ha prometido en su carta que "les ofrecerán tareas decorosas y a favor del deporte de acuerdo con sus conocimientos y experiencia". Es decir, se verán reducidos a la condición de entrenadores para principiantes o segundos de ring, o cualquier otro empleo humillante para dos grandes deportistas. Como les ha pasado a todos los que anteriormente han querido escapar y se han visto atrapados por las redes castristas y sus colaboradores de países oficialmente "libres".
La policía brasileña debe manifestar quién le dio el soplo sobre dónde se habían escondido los dos boxeadores, lejos de Río. También debería explicar por qué, en lugar de jugar al ratón y al gato con los boxeadores, no jugó a lo mismo con la checa cubana hasta dejar en evidencia si es verdad o no que el régimen cubano ejerce chantaje sobre las familias de los que no son leales.
Y una última consideración: ¿cómo encaja este ejemplo de tiranía transnacional en la política de diálogo del Ministerio de Exteriores español con el régimen cubano, sobre la humanización del trato a sus propios ciudadanos y la libertad para ejercer sus derechos? ¿Indagará algún diplomático español sobre si hubo o no amenazas contra las familias de los boxeadores? ¿Querrán los exiliados frustrados recibir a la prensa española? ¿Podrán aunque lo quieran?

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