sábado, agosto 11, 2007

Antonio Jose Chichetu, Cuba, un mundo sin Google

sabado 11 de agosto de 2007
Ventanas
Cuba, un mundo sin Google
Para la mayor parte de los cubanos, Internet es algo de lo que han oído hablar pero que no saben en qué consiste en realidad. Lo máximo a lo que puede acceder un habitante de la isla es a una intranet nacional totalmente controlada por el régimen
Antonio José Chinchetru

Imagine usted que están hablando con un grupo de personas que, por edad y preparación, tienen todos los números para estar más que acostumbradas a utilizar Internet. En un momento dado, en medio de la conversación, les dice que algo lo pueden encontrar en Google y en ese momento le miran con cara de asombro. Acto seguido le explican que no saben qué es eso. A continuación, descubre usted que nunca han oído hablar de Gmail ni de Hotmail. A unas cuantas manzanas de donde tiene lugar esta conversación, poco tiempo después, otra persona se asombra cuando le cuentan que a través de la Red se pueden comprar billetes de tren o de avión sin moverse de casa.
Las anteriores situaciones son reales. Vividas apenas hace unos días. Tuvieron lugar en La Habana. Para la mayor parte de los cubanos, Internet es algo de lo que han oído hablar pero que no saben en qué consiste en realidad. Lo máximo a lo que puede acceder un habitante de la isla es a una intranet nacional totalmente controlada por el régimen, y siempre desde cibercafés controlados por el Estado. Esto afecta incluso a los turistas. Los ordenadores existentes en los hoteles tan sólo permiten acceder al correo electrónico, y para ello es un empleado del establecimiento el que teclea la dirección del servicio web de e-mail que uno utiliza.
Para la mayor parte de los cubanos (aquellos que no se cuentan entre los pocos privilegiados a los que el régimen autoriza a tener ordenador y conexión en casa) es todavía peor. Para poder disponer de una cuenta de correo electrónico se requiere un permiso oficial, y esta es ofrecida por el Gobierno bajo el dominio correosdecuba.cu. Por supuesto, para consultarla es necesario acudir a uno de los citados cibercafés. Hasta ahora también se permitía tener, con autorización, un correo de Yahoo. Desconocemos cómo consiguió esta empresa tal privilegio, pero lo ha perdido. El Gobierno ha anunciado su prohibición inminente.
Como en cualquier otro aspecto de la vida, en Cuba no existe libertad para el uso de Internet. Esta situación es la que llevó a Guillermo Fariñas a declararse en huelga de hambre varios meses para reclamar algo tan básico como que el régimen permitiera que los cubanos se pudieran conectar a la Red. Tuvimos el privilegio de conocer a este héroe hace unos días. Fue un encuentro casual. Todavía se está recuperando, y las secuelas que en su cuerpo han dejado la medida de protesta son impresionantes, como se puede apreciar en esta fotografía. Está bien de ánimo, y satisfecho de la repercusión que tuvo su caso, lo que permitió que todavía más personas se concienciaran de la dura realidad cubana.
La opresión, el totalitarismo, la mentira permanente y el aislamiento impuesto por el Gobierno en Cuba no afectan tan sólo a Internet. Impregna cada aspecto de la vida diaria de los habitantes de la Isla. Es un mundo sin Google, pero también sin derechos civiles de ningún tipo ni protección alguna de los ciudadanos frente a los abusos de las autoridades. Por eso es tan importante para los hermanos Castro que los ciudadanos no puedan acceder libremente a la Red. Si se lo permitieran abrirían una ventana al mundo por medio de la cual los cubanos descubrirían que una vida mejor y en libertad es posible. Además, les darían un medio para gritar al mundo lo que Ramonet y tantos otros palmeros del dictador caribeño niegan, que la mayor de las Antillas es el infierno en la Tierra.
Antonio José Chinchetru es autor de Sobre la Red 2.0.
Nota: El autor autoriza a todo aquel que quiera hacerlo, incluidas las empresas de press-clipping, a reproducir este artículo, con la condición de que se cite a Libertad Digital como sitio original de publicación. Además, niega a la FAPE o cualquier otra entidad la autoridad para cobrar a las citadas compañías o cualquier otra persona o entidad por dichas reproducciones.

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