viernes, agosto 10, 2007

Antonio Burgos, ZP y los mosquitos de Doñana

viernes 10 de agosto de 2007
ZP y los mosquitos de Doñana

POR ANTONIO BURGOS
SÍ, ya sé, allí se fue a veranear Felipe González, de gañote, en cuanto se bajó del «Azor», que nos olvidamos de las mejores: uno de los primeros veraneos del presidente socialista fue a bordo del yate del Caudillo. Digo que ya sé que Felipe González iba a veranear de gorra al Coto de Doñana, al Palacio de las Marismillas, lugar de leyendas goyescas y de leyendas actuales. Le estoy agradecidísimo a González como veterano veraneante de Matalascañas, la barbaridad de urbanización que autorizó Fraga como ministro de Turismo al lado mismo del Coto, poniendo una barrera de cemento entre Doñana y su salida natural al mar.
En Matalascañas, antes de que González fuera a veranear al Coto y a aprender a pescar chovas y corvinas con su maestro El Pato, había unos mosquitos como concordes. Mosquitos como las fortalezas volantes americanas que se pegaron el pellejazo en Palomares, antes del meyba del mentado Fraga. Mosquitos que les ponías un dispositivo de humo amarillo y otro de humo rojo y eran capaces de dibujarte en el cielo la bandera de España, como la Patrulla Águila. Los mosquitos del Coto no picaban: daban bocados. Pero, vamos, que te arrancaban el trozo de carne y en el ambulatorio te daban un parte facultativo que decía: «Durante la marea baja del atardecer ha sido atendido un veraneante con un bañador de oportunidades del Cortinglés una jartà chungo, que presenta en pantorrilla izquierda mordedura enorme de mosquito del Coto con pérdida de sustancia, que le impide continuar la lidia del picadillo con melva canutera bajo la sombrilla».
Así eran los mosquitos del Coto. Si lloran los pinos del Coto despidiendo a las carretas, los mosquitos del Coto es que se partían las alas de risa esperando a los veraneantes de Matalascañas y de Caño Guerrero, avariciosos de picotazos, porque los sufridos veraneantes tomaban hasta tres varas.
Así eran los mosquitos... hasta que llegó el veraneante González con su caña de pescar. Desaparecieron los mosquitos de toda Matalascañas. No se ha vuelto desde entonces a ver un solo mosquito, ni pantorrilla de veraneante alguna asaeteada en plan San Sebastián por las picaduras de los insectos. ¿Por qué? Pues porque cuenta una leyenda urbana (o más bien marismeña), aún no desmentida, que la primera vez que fue González al Coto lo pusieron los mosquitos de picaduras como marca la tabla. Los insectos brearon a mordidas al presidente, si sabría él de mordidas, aunque fueran de dípteros. Y aquí viene la leyenda urbana: que asegura que González se cogió tal cabreo, que mandó que inmediatamente fumigaran todo el Coto con insecticida, desde auténticos escuadrones de avionetas agrícolas.
No sé si será leyenda o será realidad, pero les juro que desde entonces no ha vuelto a verse un mosquito por toda Matalascañas.
Razón por la cual supongo que el personal estará ahora muy esperanzado con el veraneo de gañote de Zapatero en el Palacio de las Marismillas, como un antiguo señorito de Jerez de los que iban allí de montería con los otros González y con los Noguera. Si el veraneo marismeño de Felipe fue mano de santo para los mosquitos, el de ZP puede serlo para un más grave y persistente problema del borde litoral y veraneante del Coto. Espero que de este verano surja una provechosa leyenda urbana. ZP, por ejemplo, ha ido a Sanlúcar, a tomar los baños... de multitud. Del mismo modo, espero que vaya a hartarse de saludar marías en Matalascañas, que está así de votantes suyos, de bote en bote. Y que entre por carretera desde El Rocío. Y que a la ida o a la vuelta, según día y hora, sufra el clásico embotellamiento estival de Matalascañas, a causa de la falta de desdoble de la carretera. Espero fervientemente que esa lentísima caravana sea con ZP tan cruel como los mosquitos con González. Y que en los veranos venideros, una leyenda urbana afirme que en Matalascañas se acabaron los atascos cuando ZP sufrió una caravana de cuatro horas y, como el otro la fumigación mosquitera, mandó inmediatamente hacer no sólo el desdoble, sino la esperada carretera directa Huelva-Cádiz, las dos únicas provincias limítrofes españolas sin comunicación terrestre directa.

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