jueves, agosto 02, 2007

Amando de Miguel, Retórica

jueves 2 de agosto de 2007
La lengua viva
Retórica
Las comparancias dicen mucho sobre el peculiar sentido del humor de los españoles, sobre el gusto retórico por la desmesura. El que oye una comparación descoyuntada no debe asombrarse. El asombro no es una virtud de los españoles.
Amando de Miguel

Carlos M. Padrón me señala un hipérbaton en un escrito mío anterior: "La vividura equivale al modo privativo de enfrentarse con la existencia que tiene un individuo o una población". Don Carlos me corrige y propone esta otra redacción: "La vividura equivale al modo que tiene un individuo o una población, de enfrentarse con la existencia". Francamente, no me parece que la corrección mejore lo que intento transmitir. Un ligero hipérbaton es no solo permisible en español sino elegante. Pero, en fin, todo va en gustos. El horror al hipérbaton proviene del inglés. El latín cultiva el hipérbaton hasta la desmesura.
Creo que me quedé corto al citar una lista con la polisemia de "cojones". Son varios los libertarios que me envían más significados de la famosa palabra. Antonio Izquierdo oyó en Santafé de Bogotá esta expresión:
tener los cojones rayaos (= ser valiente)
Agustín Fuentes aporta una lista completísima de significados. Puede que algunos hayan sido vistos ya, pero vale la pena repasarlos. Son un prodigio de imaginación:
Hinchársele a uno los cojones (= cabreo, hartazgo de algo o de alguien)
Ponerle los cojones a caldo (= le han criticado hasta ponerle como chupa de dómine, le han echado una bronca del copón)
Sentar como una patada en los cojones (= algo que disgusta a modo)
Estar de cojones (= estar muy bueno, estar bien)
Hacerlo por cojones (= admite tanto el hacerlo porque a uno le da la gana, contra viento y marea, como que le obliguen a hacerlo por las mismas razones)
Costar un cojón (= caro, difícil de conseguir, con esfuerzo)
Salir de cojones (= algo que se ha completado con buen resultado)
Acojonante (= que causa una impresión descomunal, de cualquier tipo)
Ponerle a uno los cojones por corbata (= darle un susto de órdago)
Con dos cojones y un palito (= hacer una machada, hacer algo con coraje)
Echarle cojones (= poner interés en algo)
A cojón visto, macho seguro (= opinar sin riesgo, cuando se conoce la respuesta de antemano)
José García Aguilar (Archidona, Málaga) añade algunas expresiones cojoneras:
Por mis cojones (= obstinación, decisión)
Me sudan los cojones (= indiferencia)
Más cojones que el caballo del Espartero (= valentía, arrojo)
Esto tiene cojones (= dificultad, extrañeza)
Echarle cojones (= valentía, arrojo)
Cojones de mico (= Muchos cojones)
Juan Ponce aporta dos expresiones más:
de cojones (= éxito, dificultad)
tener cojones (= sorpresa)
Lo que está claro es que los cojones significan cualquier cosa menos los testículos.
Carlos Iradier me envía algunas comparancias oídas en Venezuela:
Más caliente que plancha de chino
Más duro que la quijada de arriba
Más feo que pleito a machete
Más largo que esperanza de pobre
Más limpio que talón de lavandera
Más nervioso que ciego en un streeptease
Más parado que el zapatero de Tarzán
Más peligroso que mono con hojilla
Más salao que moco de marinero
Más seco que lengua de loro
Más peligroso que piraña en bidé
Más viejo que cagar agachado
Más triste que gallina sin gallo
Más enredado que pelo de negra
Más manchas que recibo de mecánico
Más "comparancias", estas del español europeo, recogidas por Javier Somalo:
Trabaja menos que el fotógrafo del BOE
Está más nervioso que un gato en un almacén de sifones [por el ruido que hacen al abrirlos]
Una más de Juan Heriberto Acosta Baz (Las Palmas de Gran Canaria):
Tiene más hambre que el perro de un afilador, que se come las chispas por comer algo caliente.
Rafael Pernett y Morales me informa que su cuñado Angel Piorno escribió un libro sobre las "comparancias" de Castilla y León. Por ejemplo, recuerda estas dos de Salamanca:
Más basto que un bocadillo de bellotas
Más fino que el pellejo de una mierda
Las comparancias dicen mucho sobre el peculiar sentido del humor de los españoles, sobre el gusto retórico por la desmesura. El que oye una comparación descoyuntada no debe asombrarse. El asombro no es una virtud de los españoles.
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