jueves, agosto 23, 2007

Alianza por la civilizacion

viernes 24 de agosto de 2007
Alianza por la civilización
Afortunadamente la niña bonita de Zapatero en materia exterior, la «Alianza de Civilizaciones» ha acabado sólo en una factura de unos cuantos millones de euros a sacar del presupuesto de Moratinos. De lo contrario, habríamos acabado legalizando los matrimonios de conveniencia, la ablación de clítoris, la poligamia y el burka. Prácticas aceptables para esa otra civilización que tanto gusta al actual presidente.
Frente a una imposible alianza con el islam, dos destacados analistas demócratas americanos, Ivo Daalder y Steve Simon, propugnaron hace un año la creación de una alianza entre las democracias occidentales, los actores internacionales con más capacidad de actuación.
La semana pasada en estas páginas Robert Kagan defendía la necesidad de que las democracias se unieran para gestionar un nuevo orden internacional. Frente a matrimonios contranatura, cohesión de valores e instituciones.
Aquello por lo que estamos dispuestos a luchar y a dar la vida es lo que acaba por definirnos. Por eso, frente a instrumentos del pasado, como la ONU, nuevos arreglos multinacionales son necesarios. Pero las alianzas han surgido históricamente para actuar conjuntamente frente a algo, una amenaza específica en el espacio y en el tiempo.
Precisamente por eso, hace ahora dos años, el anterior presidente de gobierno, José María Aznar lanzó su propuesta de transformar la OTAN en un club de democracias dispuestas y capaces de luchar contra el terrorismo islamista. La OTAN como una alianza por la libertad.
Junto al monumento a Corea en Washington, hay un muro en el que se lee «La libertad no es gratis». Sólo se logra y se mantiene con grades dosis de sacrificio, incluida su defensa armada. Hoy es el islamismo nuestra amenaza global. Por eso, cualquier alianza por la civilización pasa por la alianza de las democracias dispuestas a combatir el derrotismo y el apaciguamiento, así como a nuestros enemigos. Los Zapateros del mundo no tienen cabida. Al fin y al cabo, somos lo que defendemos

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