jueves, agosto 09, 2007

Alfonso Rojo, Una de espias

jueves 9 de agosto de 2007
Una de espías
POR ALFONSO ROJO
En esto del periodismo, terminas conociendo de todo. Y durante los treinta años largos, dedicados a dar tumbos por el planeta, he coincidido con tipos de lo más variopinto.Entre los que se hacían pasar por periodistas, sin serlo ni siquiera de refilón, puedo citar unos cuantos. Hace muchísimo, tropecé en Costa Rica con tres sujetos que llevaban carnés de «Cambio 16» y tenían un desmedido interés en los trámites que era imprescindible sortear, para entrevistar al general García, por aquel entonces ministro de Defensa de El Salvador.
Unas semanas después, reconocí la cara de uno de ellos en la portada del fenecido «Ya». Se le buscaba como terrorista de ETA y atando cabos llegué a la conclusión de que planeaban asesinar -por encargo de un grupo guerrillero centroamericano- a García. Por aquella época, otro «español» que también se hacía pasar por reportero de televisión, casi vuela al ex sandinista Edén Pastora, durante una rueda de prensa y con el método con que dos facinerosos de Al Qaida descuartizaron al comandante Mansur en Afganistán.
También he conocido tipos estupendos disfrazados de periodistas. Entre ellos, varios agentes del CNI. Uno de los que mejor me cae, malvivía en Sarajevo con un ayudante, recabando información en los días terribles del asedio serbio. Hemos coincido en otros puntos calientes. Él no suelta prenda y nosotros -Serbeto, Gervasio, Ramón, Fran y los demás- no preguntamos nada. Supongo que entre los agentes secretos, eso de la discreción tiene que ser requisito imprescindible. Lo menos que se le puede pedir a un espía, es que conozca el oficio y sepa confundirse con el paisaje.
Aprovechando el verano, he estado revisando historiales. El de Markus Wolf, el ex jefe del espionaje germano-oriental inmortalizado por John Le Carré en el personaje «Karla». Los de los responsables del KGB, la CIA o el Mossad. Y debo confesar estupefacto que no he encontrado un caso parecido al de Alberto Saiz, director de nuestro CNI: no habla idiomas, nunca trabajó como agente y sus grandes méritos -además de su estrecha amistad con el ex ministro Bono -parecen circunscribirse al terreno agrícola.

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