jueves, agosto 23, 2007

Alfonso Rojo, Papanatas y gilipollas

jueves 23 de agosto de 2007
Papanatas y gilipollas

POR ALFONSO ROJO
Lo más ridículo es lo de Beijing. No recuerdo cuando empezó. Creo que coincidió con la moda de Lleida, Ourense, Girona, Donostia y todo eso.
El asunto se las trae, porque se ha convertido en norma hasta en periódicos nacionales. Y uno, que nació en el León profundo, es de familia numerosa, estudió el bachillerato interno en los Jesuitas y ha pasado 30 años viajando por el planeta, no sale de su estupor.
¿Se imaginan a Charlton Heston, Ava Gadner y David Niven batallando 55 días en Beijing? A mi me cuesta; como resulta complicado hacerse a la idea de que esos perritos con malas pulgas, que parecían ornamento obligado de las señoronas de mi infancia, se llamaban en realidad «beijineses».
Y no sirve para nada argumentar, frente a los responsables de la sección de Internacional de algunos medios de comunicación, que escribir Beijing donde debería poner Pekín, es una mamarrachada tan grande como designar a Croacia como «Hrvatia» o decir «Shqipëria» en vez de Albania.
Cuando se trata de personajes y con la curiosa excepción de la Familia Real británica, cuyos nombres españolizamos -Isabel II, Carlos, Enrique, Guillermo...-, lo normal es respetar el original. Hay que hacer malabarismos con los árabes y los asiáticos, pero son gajes del oficio.
Donde el tema debería estar claro es con los nombres de lugares o países. Sólo si uno es muy bobo o un pijo solemne, anuncias que has estado de vacaciones en Niuyork. Pronuncias Nueva York, como dices Londres en lugar de London, Burdeos en vez de Bordó y Miami y no Mayami.
Sobre estas cosas, ha escrito párrafos memorables el académico Arturo Pérez Reverte, cuya lectura recomiendo. Pero es una batalla perdida. Vivimos tiempos de despropósito, en los que papanatas y gilipollas parecen marcar la pauta.
No hay una letra más española que la eñe y al escribir en castellano debería ser ineludible. Pero no. Igual que al segundo club de Barcelona lo rebautizaron como Reial Club Deportiu Espanyol, nuestra querida Cataluña es ahora Catalunya para más de un diario de postín y para un tropel de políticos, periodistas y paisanos desubicados.

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