domingo, agosto 26, 2007

Alberto Miquez, Conservas Chavez

lunes 27 de agosto de 2007
Conservas Chávez Alberto Míguez

Tal vez el envío humanitario de varios miles de latas de conserva con la efigie de Hugo Chávez y su compadre peruano, el también comandante Ollanta Omala a los damnificados por el terremoto del Perú sea el más original y disparatado obsequio de cuantos pudo haber hecho el tirano venezolano a sus hermanos latinoamericanos en los últimos meses.
El mismo día en que empezaban a aparecer esas latas de bonito venezolano en el mercado negro de Pisco, Chávez celebraba la recepción de diez mil fusiles “made in Rusia”, comprados según él para apoyar a las guerrillas en el continente aunque no indicó ni donde ni cuales.
Chávez negó que las latas de conserva fueran auténticas o que hubieran sido enviadas por el movimiento bolivariano para ayudar a los damnificados hambrientos. Pero salvo milagro o magia allí estaban, junto con las mantas canadienses, las galletas españolas o la harina de maíz norteamericana.
Alán García, el presidente del Perú, que mantiene con Chávez pésimas relaciones se apresuró a denunciar aquella tergiversación propagandística y acusar a su homólogo venezolano de aprovechar cualquier oportunidad, por dramática que esta sea, para llevar el agua a su molino castro-bolivariano.
Para Chávez todo vale con tal de que sirva a sus objetivos prioritarios, el principal de los cuales se lo inspira el dinosaurio de La Habana, más conocido como Fidel Castro: se trata de no ceder un milímetro de poder, controlar a los espadones y generales sayones, apoyar cualquier movimiento revolucionario (hay que ver lo que para Chávez es la revolución) y acabar con cualquier disidencia, guerra, acción terrorista. Su principal y recién compadre, Maradona, siempre a sus órdenes.
Las conservas Chávez tienen un futuro muy prometedor. No sé si ustedes saben que el plato tradicional de Libia es... el atún en conserva y eso bien lo saben los conserveros gallegos que llevan más de dos décadas intentando cobrar sus latas al Estado libio que en determinado momento les sugirió cambiar conservas por diesel o cabras del desierto, las que pacen en los alrededores de la jaima donde Muamar recibe a sus invitados, incluido el presidente francés, Sarkozy y su esposa, Cecilia, la Eva Perón de la francofonía.
A Chávez como a su amigo el primer ministro iraní o los generales birmanos, el presidente de Corea del Norte o los talibanes de Afganistán, le importan un comino los sufrimientos de los peruanos. Quiere salir del asunto con unas cuantas latas de atún. La marca Chávez puede convertirse en una delicatessen de las buenas mesas revolucionarias. Castro ha pedido unas toneladas para las diplotiendas y sus recepciones en el Palacio de la Revolución. Gratis total. Paga la casa.

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