jueves, agosto 02, 2007

Agustin Domingo Moratalla, Retraso social si padres ni maestros

Retrato social sin padres ni maestros
03.08.2007 -
AGUSTÍN DOMINGO MORATALLA

La pasada semana se hicieron públicos los datos del nuevo informe de la Fundación BBVA sobre las 'Actitudes sociales de los españoles'. Junto a los que realiza periódicamente la Encuesta Europea de Valores, la Fundación Encuentro y la Fundación Santa María, este tipo de investigaciones no gubernamentales se están convirtiendo en retratos periódicos y útiles para conocer la evolución de la sociedad española.Estos estudios siempre han despertado interés en los profesionales de la opinión pública porque con ellos tienen a mano una información relevante sobre la evolución de los valores, los usos y las costumbres del público para el que trabajan. El retrato que presentan resulta útil porque con él percibimos que no son medios de comunicación de masas que se dirigen a simples consumidores, clientes o lectores. Les sirve para establecer los perfiles del público al que se dirigen y descubrir que no se trata de una masa gregaria o colectivo sin juicio, sino un pueblo activo, despierto, plural y complejo. Ahora bien, estos retratos que resultan tan interesantes para los periodistas tienen que ser valorados en su justa medida, lo que significa que quienes formamos parte de la opinión pública debemos aprender a tomar distancia de la información que con ellos se nos proporciona. Aunque cada vez haya más lectores que muestran una confianza ciega en este tipo de trabajos que se presentan con pedigrí científico y credibilidad institucional, el ciudadano debe aprender a tomar distancia de retratos sociales que se le presentan como radiografías personales para que se identifiquen y tomen posiciones en el proceloso mar de los imaginarios sociales. Es cierto que también hay quienes sospechan radicalmente de este tipo de investigaciones e incluso de todo trabajo demoscópico por la sencilla razón de que ni a ellos ni a su familia les han preguntado nunca. El retrato que ahora se nos presenta tiene que ser leído con distancia crítica. No tenemos por qué confiar plenamente en una investigación realizada sólo a 2.000 personas en ciertos días del mes de junio. Tampoco tenemos por qué desconfiar por sistema de una investigación en la que no conocemos a ninguno de los consultados. Conseguimos distancia crítica cuando nos preguntamos por la parte de verdad que puede haber en estas investigaciones. A pesar de que los investigadores nos quieran presentar estas descripciones como retratos detallados de lo que somos, los ciudadanos ya sabemos que las encuestas se maquillan y que estos retratos sociales también han pasado por el 'Photoshop' demoscópico. Más que retratos de estudio, son esbozos y perfiles, y como tal tienen que presentarse. Resulta increíble que se pueda construir un retrato de la sociedad española sin analizar el papel que desempeñan los padres y los maestros. Cuando se presenta el nivel de confianza en las instituciones no aparecen ni la escuela, ni el hogar o las asociaciones de tiempo libre, como si la vida institucional pudiera construirse al margen de padres, maestros y educadores. El hecho de que las universidades y el CSIC aparezcan en la parte alta de la escala de confianza (6,9 y 6,4, respectivamente) y que las empresas multinacionales o la Iglesia católica estén en la parte baja (ambas 4,4) dice mucho de una confianza teórica o conceptual propia de la institución a la que pertenecen los investigadores que han realizado la encuesta. Pero dice poco de lo que en la calle, en los barrios y entre la gente sencilla se entiende por reciprocidad, mutualidad y confianza. ¿Quién se hace cargo de los menores delincuentes, los drogadictos, los transeúntes o los mendigos?Los ciudadanos de mi generación estamos hartos de que los funcionarios, los políticos y los religiosos sean grupos profesionales que aparecen como colectivos en los que no confía la gente y, sin embargo, los científicos y los ecologistas sean los grupos que despiertan mayor confianza. ¿Dónde están los maestros, los profesores, los terapeutas y los cuidadores? ¿Acaso estos colectivos profesionales no son dignos de consideración demoscópica? ¿Dónde están los cuidadores y voluntarios que limpian el culo a los enfermos, acompañan a los mendigos o juegan con enfermos de Alzheimer? No deja de resultar sorprendente que el estudio esté lleno de paradojas y uno no sabe si se deben a la complejidad de la sociedad analizada o al planteamiento de la investigación. Es paradójico que, por un lado, los encuestados valoren positivamente el funcionamiento de la democracia y, por otro, desconfíen radicalmente de los políticos. ¿No habría sido mejor precisar más en las instituciones y perfilar mejor el nivel de la administración pública? También es paradójico que más del 70% se declaren católicos y la Iglesia católica aparezca como una institución en la cola de las que inspiran confianza. Quizá la confianza sea un valor más complejo de lo que se nos presenta en el informe y por ello las paradojas no dejan de surgir.Por último, este retrato confirma la consolidación de cierta ética cívica con la que distanciarse de quienes plantean la vida pública en términos de partidos. Un dato que resulta interesante para no identificarnos con los profetas de catástrofes que confunden el pluralismo con el relativismo, y, sobre todo, para no proporcionar ningún cheque en blanco a quienes reducen lo moralmente bueno a lo mayoritariamente legal. Un dato que debería haberse puesto en relación con la vida educativa, de esta forma se habría conseguido retocar con pincel un retrato lleno de paradojas y realizado a golpes de brocha gorda.

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