jueves, agosto 09, 2007

Agapito Maestre, Cataluña y el porvenir

viernes 10 de agosto de 2007
Nacionalismo
Cataluña y el porvenir
Porque el odio catalán a España es una enfermedad incurable, creo que es imposible hablar para Cataluña de un porvenir liberado de angustia, de un porvenir maduro para la democracia y la libertad.
Agapito Maestre

Al año de entrada en vigor del Estatuto de Cataluña pocos son los que no reconocen su fracaso. Ni siquiera sus principales defensores confían en una "ley" que, aunque bajo sospecha, tiene como función primordial maltratar al resto de España. Su anticonstitucionalismo, independientemente de lo que diga el "asilvestrado" Tribunal Constitucional, ya ha pasado a la historia como modelo de hostilidad a la nación española. En ese contexto de odio a España de la mayoría de la clase política catalana, no creo que sea un sinsentido, una quimera, preguntarse por el futuro político de Cataluña. El perverso presente no augura nada bueno. Más bien, como dice el tópico, todo en esta sociedad indica que puede ir a peor.
Pero, porque en una sociedad, permítanme la metáfora, hay muchas sociedades, nunca es fácil hablar del porvenir político de una determinada comunidad. El caso de la sociedad catalana es, sin embargo, una excepción, una anormalidad de la nación española. Su porvenir es imprevisible por inexistente. Una sociedad montada sobre unos políticos "victimistas", o sea, sobre unos gestores que, en vez de responsabilizarse de sus errores, culpabilizan al otro, a España, de sus miserias niega cualquier expectativa de mejora. Es una comunidad política sin porvenir. Es imposible que lo tengan unos políticos que son incapaces de hacer, ante la crisis de infraestructuras y mal funcionamiento de los servicios públicos de las últimas semanas, una mínima autocrítica sobre su gestión.
El mal funcionamiento de los servicios de electricidad, metro, aeropuerto, etcétera, puede suceder, y de hecho pasa, en cualquier otra comunidad autónoma, pero lo que es inaudito es que los políticos tarden tanto tiempo en dar la cara y, cuando salen a la palestra pública, no sólo ignoren sus responsabilidades, sino que culpen al PP, primero, y después a Madrid, o sea, al Gobierno de la nación, de su ineficaz gestión. Pero, peor que esa cantinela victimista, es que hay muchísima gente que se la cree. El engaño es obvio, pero el personal traga. Es la misma masa de población que volverá, ojalá me equivoque, a votar a los nacionalistas y socialistas en las próximas elecciones. ¡Nunca mejor dicho que este pueblo tiene los gobernantes que se merecen!
El nacionalismo y el socialismo catalán no sólo han agotado algunas buenas expectativas de los mejores de la sociedad catalana, sino que están terminando de arruinar definitivamente las legítimas ilusiones que pudieran albergar quienes están alejados del ideario del nacionalismo y el socialismo catalán. En efecto, el desánimo cunde entre los sectores más preparados de la sociedad española. Empresas, profesionales, jóvenes y, en fin, gentes que buscan un porvenir, unas buenas expectativas de vida ciudadana, huyen de Cataluña. El demócrata español sabe que el asunto es irresoluble. La cuestión catalana, como en tiempos de Ortega, no puede solucionarse. Sólo podemos aspirar a conllevarla.
Paciencia y legalidad democrática son nuestros asideros. En fin, porque el odio catalán a España es una enfermedad incurable, creo que es imposible hablar para Cataluña de un porvenir liberado de angustia, de un porvenir maduro para la democracia y la libertad.

No hay comentarios: