martes, julio 31, 2007

Pio Moa, Un Goebbels austriaco y un Zhdánof español

martes 31 de julio de 2007
Réplica a Espinosa
Un Goebbels austríaco y un Zhdánof español
No podrá extrañar que el individuo haya pedido la prohibición de mis libros en el antiguo programa de Gabilondo, sin que el periodista, espejo de demócratas, protestase, por supuesto. Con ello quedaron bien retratados ambos.
Pío Moa

Entre los desaguisados de Santos Juliá se encuentra la coordinación de unos panfletos de propaganda de diversos historiadores a la lisenka, titulados en conjunto Víctimas de la guerra, con la pretensión de hacerlos pasar por la palabra definitiva en torno a las represiones de la guerra civil. Posteriormente, Juliá, más razonable, escribió sobre la masiva manipulación en curso, que empieza su letanía con la pretensión de que la transición se había basado en el olvido de las fechorías franquistas. Como sabe cualquiera que simplemente haya tenido los ojos abiertos, desde la transición se han publicado cientos de libros y artículos sobre el terror de los dos bandos, con absoluto predominio de los dedicados a condenar el del franquismo. Esto es simplemente una evidencia. Pero la historiografía lisenkiana se basa, precisamente, en negar las evidencias, y ha salido Francisco Espinosa en la revista Hispania Nova criticando duramente a Juliá por señalar una verdad que no tiene vuelta de hoja.
Este Espinosa, conviene recordarlo, enfoca sus historias al modo estalinista, lo que él y los suyos llaman óptica "social", que en realidad es de "lucha de clases", pura propaganda. Tal enfoque lleva consigo, de modo automático y casi inconsciente, la exigencia inquisitorial, o más propiamente chequista, de la censura contra las interpretaciones divergentes; pues por algo van contra los intereses "del pueblo", del "progreso" y demás maravillas que ellos defienden. No podrá extrañar que el individuo haya pedido la prohibición de mis libros en el antiguo programa de Gabilondo, sin que el periodista, espejo de demócratas, protestase, por supuesto. Con ello quedaron bien retratados ambos. Pero nos hemos acostumbrado durante demasiado tiempo a que personajes de este género vengan dispensando títulos de democracia y a callar ante sus arrogancias y amenazas, y eso no debe continuar, por el bien de la salud intelectual del país. Opino que hay que salirles al paso en todo momento, aclarando sus enredos, pues solo así iremos saliendo del marasmo en que han sumido el panorama cultural español, entre su vocerío y el silencio de los corderos.
Espinosa, pues, mantiene que la Transición se asentó en el "olvido", y si hubo lo contrario fueron "los fascículos de Ricardo de la Cierva". Y he aquí cómo fundamenta su exigencia de memoria, contra el por una vez razonable Juliá: "El artículo (de Juliá) concluía: 'A estas alturas no es la memoria lo que hay que recuperar; es la verdad lo que hay que conocer.' Le contestó de manera contundente el cineasta austríaco Günther Schwaiger, coordinador del ciclo Imágenes contra el olvido, quien le planteó varias preguntas: '¿Qué es lo que pasa a algunos historiadores españoles para que tengan tanto miedo a la memoria de la gente? ¿De cuándo la memoria no sirve para testimoniar la verdad? ¿O acaso en los juicios ya no hacen falta testigos para condenar a alguien? ¿Ya no vale el testimonio de un hijo que ha visto fusilar a su padre para testimoniar el horror del fascismo? ¿Hemos llegado a tal arrogancia académica que las víctimas tengan que pedir permiso a los historiadores para saber si su sufrimiento fue verdad o simplemente un espejismo?'Y concluía: 'Está por ver si el señor Juliá hubiese formulado semejante ataque al valor de los testimonios sobre el Holocausto en países como Alemania, Austria, EEUU o Israel.'"
¡Gran autoridad el cineasta austríaco, perfecto ignorante de la historia de España como revela, entre otras cosas, su alusión al Holocausto, al que de hecho insulta con su equiparación! Pero a un estalinista le viene de perlas (se ve que volvemos a la época feliz del pacto germano-soviético) porque la "argumentación" del austríaco respira a pleno pulmón aquel estilo tan del gusto de los nazis. Obviamente, ¿ya no vale el testimonio de un hijo que ha visto fusilar a su padre para testimoniar el horror del comunismo, o del anarquismo, o del separatismo catalán, o de la izquierda republicana, pongamos por caso? Porque casos parejos los hubo en abundancia. ¿Y qué decir de los parientes de izquierdistas fusilados o torturados por otros izquierdistas? ¿Van a ser despreciados? Nadie tiene miedo a esos testimonios (salvo los Zhdánof de turno). Lo que pasa es que no puede construirse una historia veraz sobre ellos exclusivamente. El autorizado (por Espinosa) cineasta austríaco pretende, al estilo goebbelsiano, exacerbar la sentimentalidad del público para dirigirla fácilmente contra lo que llama, por pura ignorancia una vez más, "el fascismo".
La cuestión clave de la guerra civil no es en absoluto la competencia de atrocidades de un lado y del otro, como pretenden estos recuperadores de la propaganda y del odio. Las atrocidades se debieron al derrumbe de la legalidad republicana, en gran parte democrática. Pues la ley es el instrumento que mantiene la convivencia social. ¿Y quiénes destruyeron esa legalidad? He aquí la verdadera cuestión clave. Creo haber demostrado documentalmente y con pruebas de sobra que fueron las izquierdas y los separatistas quienes primero desbordaron, luego asaltaron y finalmente arruinaron la república. La guerra no destruyó la democracia, sino que la previa destrucción de la democracia por las izquierdas trajo la guerra. Una democracia que hoy están socavando de nuevo los Zhdánof y los Goebbels con sus manipulaciones.

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