martes, julio 31, 2007

Jose Maria Calleja, Palabras enfermas de muerte

Palabras enfermas de muerte
31.07.2007 -
JOSÉ MARÍA CALLEJA

En el suma y sigue de las detenciones de etarras, nada milagrosas, se han incautado unos papeles de la banda en los que, además de comprobar hasta la náusea la sintaxis atormentada de sus dirigentes, se puede extraer una información no por sabida menos reveladora de su delirio asesino.Dice el presunto jefe de la banda: «Quedamos en que si no cogíais nada gordo, les daríais a los uniformados. Y teniendo en cuenta la situación política, las hostias que nos han dado, y que íbamos a hacer un año sin tirar a nadie, una ekintza vendría mejor que bien».Del nivel intelectual del autor del texto -presunto jefe de la banda con querencia y apodo por hacer el indio- habla no sólo este texto, también nos informan su actuación y su cara. Pero las palabras que emplea son un auténtico filón para extraer información sobre la esencia de su comportamiento criminal.En la jerigonza terrorista está asumida la elipsis del verbo asesinar. Quizás porque esa palabra crea una realidad que puede resultar abrumadora, incluso para sujetos como éstos, se prefiere decir 'dar', o 'tirar', en vez de matar. Es como si quisieran decirse a sí mismos: 'Nosotros podemos matar, pero no somos asesinos'. Hace años, poco después de que el 11 de diciembre de 1987 la banda terrorista provocara la matanza de la casa cuartel de Zaragoza -once asesinados, entre ellos, cuatro niños-, un notable abogado de los criminales me confesó, como todo gesto de respuesta a la masacre, que sí, que 'la organización' llevaba mucho tiempo «sin dar».Pero, además de estas palabras enfermas de muerte encontradas en los papeles, llama la atención el tono de contable con manguitos con el que se encaran los asesinatos. Reconocen los dirigentes del tinglado, en un alarde de sinceridad, que están sufriendo reiterados golpes policiales -¿¿qué bueno el último sartenazo en Francia!!-, que éstos les hacen daño y que, en su siniestra lógica criminal, la única forma que tienen de responder a esa ofensiva, «y teniendo en cuenta la situación política», es asesinar. El 'mato, luego existo' queda patente, sobre todo ante la advertencia de que llevar un año «sin tirar a nadie», sin asesinar a ninguna persona, resulta nefasto para las arcas criminales: si no matamos, no existimos; si no matamos, los medios de comunicación no nos prestan la atención que es clave para nuestra supervivencia; si no matamos, alguien puede empezar a pensar que hemos cerrado el chiringuito; si no matamos, no cotizamos en la bolsa siniestra en la que jugamos Ya lo sabíamos desde hace años, pero papeles como éstos confirman hasta el aburrimiento que la banda criminal se ha convertido en un fin en sí misma, que la muerte y su propia pervivencia son las únicas razones de ser de los sujetos que dirigen este negocio criminal y que, de la misma forma que los fabricantes de cualquier producto hacen anuncios para venderlos, los criminales matan para vendernos su existencia, su presunta necesidad; para reclamar nuestra atención, sin la cual desaparecerían por inanición.Lo cierto es que por ahora esos delirios no se han concretado en ninguna víctima, gracias a la eficacia policial, al trabajo concienzudo y sistemático de los policías, que siguen deteniendo a etarras en el momento en que hay que trincarlos: con las manos en la masa y antes de que perpetren el crimen.Los papeles etarras vuelven a dejar clara la esencia endogámica, aislada, cerrada sobre sí misma de la banda; un grupúsculo que sólo se plantea objetivos que sirvan para garantizar su propia existencia, una secta imbuida de su necesidad por el puro egotismo de sus miembros; unos sujetos obsesionados con seguir hasta el infinito como una forma de demostrarse a sí mismos que siguen siendo necesarios, imprescindibles, que si no existieran habría que inventarlos, etcétera.Son todos ellos síntomas que hablan de una banda puramente autorreferencial, incapaz de ver más allá de sus narices, de mirar y entender lo que pasa en el resto del mundo, incluidos sus hermanos mayores, los del ya apagado IRA.Lo cierto es que el último golpe policial al pomposamente denominado 'aparato logístico' ha quitado de la circulación a uno de los máximos responsables de la banda, ya talludito, 56 años, Juan Cruz Maiza, y a otro de los más buscados. Esto es lo que les espera a estos narcisistas: ser detenidos más pronto que tarde y pudrirse en la cárcel; perder, ellos y sus familias, años de sus vidas que nadie les va a devolver.

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