lunes, julio 30, 2007

Ferrand, Los inventos de Zapatero

martes 31 de julio de 2007
Los inventos de Zapatero

POR M. MARTÍN FERRAND
RARA será la taberna, en cualquier ciudad o pueblo de España, en la que alguno de sus parroquianos más frecuentes no tenga solución para cualquier de los muchos problemas, grandes o pequeños, que nos afligen. El sabio de taberna, en el escaso tiempo que media entre el carajillo de después de comer y la partida de mus, es capaz de hacer un diagnóstico preciso de todos nuestros males y, a mayor abundamiento, describir el tratamiento preciso para aliviarlos. Poco importa la naturaleza, o la complejidad específica, de aquello de que se trate porque la universalidad, junto con la superficialidad irresponsable, es lo que mejor define a este espécimen tan abundante en todos los vecindarios.
El problema se suscita cuando, en cualquiera de los golpes con que la fortuna juega con nosotros, alguno de esos enciclopédicos sabios de taberna adquiere poder y asciende, tanto da que sea por designación que por elección, a una de las cúpulas del poder. Es el acabóse. Ahí tenemos para demostrarlo a José Luis Rodríguez Zapatero. Su formación no es mucho mayor que la de cualquiera de los habituales de las tabernas españolas y la mayoría de sus acompañantes en el equipo de Gobierno bien podrían serlo de partida de naipes o de futbolín en esos templos de popularidad en los que cada día se bebe menos vino y más cerveza.
Desde que Zapatero llegó a La Moncloa no ha dejado de inventar. Convierte sus ocurrencias, sin más, en un epígrafe del BOE y, en consecuencia, toman cuerpo, acreditan gasto, generan empleo e, independientemente de su utilidad verdadera, ofrecen la imagen del presidente del Gobierno orlada de iniciativas. Algunas, las más, no son felices ni prósperas, incluso resultan negativas y contraproducentes; pero para eso, para disimular su fracaso o atribuírselo a terceros, está la potente y prodigiosa máquina propagandística que, con tanta discreción como eficacia, ha convertido a tan mínimo personaje en un espejismo de grandeza.
Ahora, en la dolorosa ocasión del incendio que calcina la isla de Gran Canaria, uno de los inventos de Zapatero, la Unidad Militar de Emergencias, la UME, ha tenido -literalmente- su bautismo de fuego. La Unidad, que puede ser entendida como una degradación del clasicismo castrense y rezuma antimilitarismo fáctico, es, según se mire, una guardia pretoriana del líder socialista, ya que depende directamente de Presidencia, o el descubrimiento del cuerpo bomberos. La UME, desde sus seis únicas plataformas de actuación -Madrid, Sevilla, Valencia, Zaragoza, León (!) y Las Palmas de Gran Canaria-, no servirá para mucho y, de momento, ha irritado al Gobierno de Vitoria, tiene en alarma al de Barcelona e inquieta a los de las restantes Autonomías por razonables cuestiones de competencia territorial. No importa. Los inventos de Zapatero son tan vertiginosos e impulsivos que siempre se anticipan al dictamen que podría desaconsejar su realización.

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