miércoles, mayo 30, 2007

Hermann Tertsch, El atlantismo y sus enemigos

jueves 31 de mayo de 2007
El Atlantismo y sus enemigos
POR HERMANN TERTSCH
Parece una mala broma que este aniversario de nuestra decisión de ingresar en la Alianza Atlántica -la mayor organización de defensa de la democracia, las libertades y los derechos humanos que jamás ha existido- se produzca cuando España está perfectamente al margen y en la profunda irrelevancia y todo el escenario internacional se ha puesto en perfecta ebullición.
El diálogo franco-alemán entre Angela Merkel y Nicolas Sarkozy está en marcha como no lo había desde hace más de una década y tiene perfectos visos de sintonía tanto con la Casa Blanca como con el nuevo Congreso en Washington. Gordon Brown o George Cameron van a ser con seguridad un perfecto pie del trípode, gane quien gane en su día. La presidencia alemana acaba de celebrar una cumbre con los ministros de Asia, los líderes norteamericanos no dejan de llegar a las capitales europeas y la administración Bush siempre reacia, ya no es obtusa en cuestiones de medidas sobre el cambio climático. Rusia tendrá que recapacitar sobre su actitud porque todo indica que a Putin se le han acabado las ostentaciones de prepotencia. Empieza a haber una coordinación entre europeos para demostrarle al nuevo Kremlin de viejos hábitos que no puede portarse ni en casa ni fuera como un «hooligan» con Polonio 21. Y si Washington no ha estado muy acertado en negociar de forma bilateral con miembros europeos de la OTAN la creación de un escudo antimisiles, Rusia sabe muy bien que este programa no se dirige contra él. Por eso su lanzamiento de un misil estratégico en los últimos días es una nueva ocurrencia muy definitoria del carácter actual del Kremlin.
Y España en Bavia. Porque quienes vienen como Sarkozy mañana, le tienen tan cogida la medida y tan perdido el respeto a este Gobierno como cualquier jefe de policía de un país subsahariano con costa o sin ella. Nuestra democracia se dedica a jugar a proyectos milagreros de experimentación social tercermundistas que nada tienen que ver con la democracia, la dignidad y la libertad individual y los derechos humanos. Y acaba imitándola en sus actitudes hacia dentro y hacia fuera. Por eso tiene toda la razón la secretaria de Estado Condoleeza Rice cuando expone su sorpresa por el abismal contraste que demuestra el actual Gobierno español entre la solidaridad negada a los presos y perseguidos en las dictaduras actuales y su graciosa mitología de hipersensibilidad infinita ante cualquier preso y represaliado del pasado que le pueda ser conveniente recordar o inventar. Por eso desespera e indigna que nos insulte el Gobierno español con supuestas negociaciones sobre derechos humanos en Cuba. Como en España con el llamado proceso de paz, nos han convencido ya de que son más veraces los delincuentes políticos, dictadores o terroristas como Chávez, Pérez Roque u Otegui que el Gobierno legítimo de los españoles. Angustia que el señor ministro Miguel Ángel Moratinos no haya convocado todavía al embajador venezolano para explicarle que para tener buenas relaciones con la democracia española, su país no puede aplastar las libertades de sus ciudadanos. En Caracas son heridos de bala estudiantes que se manifiestan contra el obsceno atropello a sus libertades y a la democracia que supone la liquidación de una televisión libre y la amenaza generalizada contra los demás medios.
Y apabulla la actitud española, tras el brote claramente antisemita del socialismo español del pasado verano, ante la situación en los territorios ocupados en Palestina donde facciones terroristas diversas, luchando entre sí, organizan competiciones para ganarse el humor del público matando civiles israelíes en poblaciones cercanas a Gaza. Dos comunicados ha hecho ese ministerio enfadado y en ninguno se le ha ocurrido citar los cohetes que atacan Israel sin provocación alguna.
En Heiligenstamm, en el Báltico, donde la burguesía del ocaso del Imperio Guillermino, Weimar, después los nazis y por supuesto los comunistas, montaron sus playas desangeladas y sus balnearios, se celebra la próxima semana la cumbre de los G-8. Allí se reúnen líderes de los países más poderosos para cambiar el curso de los acontecimientos. Dirigen países muy distintos con intereses diversos y muchas veces enfrentados. Y sin embargo electos todos buscan fórmulas de mejorar este sistema de libertades que tan prósperos y libres han hecho a tantos millones de habitantes de este mundo. Sus enemigos, tan de moda, son producto de esa libertad que sus sociedades generan pero la destruirían con una mínima victoria, incluso parcial. La mamarrachada de uso tan común últimamente en España de que la grandeza de la democracia es aceptar a todos sus enemigos con todos sus métodos a cualquier precio es una estafa más del totalitarismo como tantas habidas en el trágico siglo XX.
En España, hace 25 años cuando tuvimos la suerte y el honor de ingresar en la OTAN, hubo muchas dudas sobre la necesidad del alineamiento político y militar, con sus costes inevitables e imprescindibles, con las grandes democracias del mundo. Se hizo gracias a Felipe González. Con un éxito, por cierto, que solo los peores necios e insensatos se atrevieron a lamentar. Peor es que tantos años después de comprobada la profunda razón política y moral que llevó a los socialistas españoles a adherirse al compromiso de la defensa de Occidente, el odio primario e ideológico en contra de esos valores se haya convertido en bandera de quienes han jurado defender nuestra propia democracia, su integridad y seguridad.

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