jueves, abril 19, 2007

Jose Melendez, El lider

viernes 20 de abril de 2007
El líder
José Meléndez
E L líder político suele ser un hombre que posee eso que llaman carisma, -que podría definirse como poder de seducción y que, por lo visto es mucho mas importante que las ideas,- firmeza para imponer su autoridad, determinación y astucia, que no habilidad, para conseguir sus objetivos y que termina por convencerse de que el poder es suyo al estar en posesión de la verdad. Desde los Reyes Católicos, en España estamos acostumbrados en distintos capítulos de nuestra Historia al líder, bien sea monarca absolutista o dictador, que nos guíe y nos diga lo que tenemos que hacer, presentándolo como la solución óptima a todos nuestros problemas. Y así nos ha ido. En un país como el nuestro, en el que cuando se reúnen dos españoles discuten y tres arman la bronca, las contradicciones son el pan nuestro de cada día. Ahora, que estamos en un momento crucial de nuestra democracia, en el que nos jugamos nada mas y nada menos que el futuro de España como nación y el poder seguir disfrutando de la convivencia en paz –la verdadera, no la que nos está tratando de vender Zapatero a cualquier precio- con arreglo a unos valores y unos principios que están seriamente amenazados por los que no creen en ellos, se está produciendo una contradicción que causaría asombro y movería a risa si no entrañase un matiz escalofriantemente dañino: cuando soportamos el peor gobierno que hemos tenido en la historia de la democracia no se discute a su presidente sino al jefe de la oposición. Lo que señalaba mi estimado compañero Wifredo Espina en su contraportada del pasado lunes, no hace más que recoger un arriesgado sentir que anida en muchos votantes, fieles o potenciales, que no se dan cuenta de lo que nos estamos jugando en las dos llamadas a las urnas que se avecinan. ¿En que tiene que cambiar Mariano Rajoy, al que, por otra parte, se le reconocen virtudes de inteligencia, preparación, honestidad y coherencia con las ideas que defiende?. En democracia no se vota a una persona, sino a un partido que presenta un programa electoral y ofrece una máxima garantía de poder desarrollarlo. El votante que tiene la obligación cívica de acudir a las urnas el próximo 27 de mayo –porque la abstención es una forma vergonzante de inhibirse ante los problemas- y el que ha de pronunciarse en las elecciones generales en el 2.008, se enfrenta a un dilema: optar por un partido que ha traicionado su propia ideología al convertirse en presidencialista y que lleva tres años cometiendo un error tras otro o por un partido que no se ha salido de su línea política que llevó a España a ocho años de prosperidad tras la desastrosa situación en que la dejó el gobierno socialista. Las elecciones del próximo 27 de mayo son municipales y autonómicas, pero trascienden con mucho su objetivo de elegir los concejales y diputados que formarán los ayuntamientos, diputaciones y parlamentos autonómicos porque en la gestión posterior de estos estará en juego bastante mas que su condición, importante, desde luego, de política local. Y serán, porque así lo vienen anunciando Zapatero y sus portavoces, un valioso indicativo para las trascendentales elecciones generales del 2.008. Con esa idea es con la que han de acudir a las urnas toda la gente de orden que sepa ver la situación política en que se encuentra España. Si aceptan que los proetarras de Batasuna se sienten en los municipios glorificando así el triunfo de las pistolas; que los socialistas de Navarra estén dispuestos a facilitar la disolución de la comunidad foral para integrarla en la aberrante entelequia de Euskal Herria; que se blinde un estatuto arbitrario, intervencionista e insolidario como el catalán antes de que el Tribunal Constitucional pueda pronunciarse sobre él; si continúa un gobierno que ha perdido el rumbo, que miente y que promulga leyes que después no cumple porque no las dota de los medios suficientes para que sean operativas, como ocurre con la Ley de Género y la de Igualdad; que promueve una Ley de Educación que no garantiza a nuestros hijos la cultura necesaria para que se desenvuelvan con garantías en su futuro y tritura los valores morales que siempre han contribuido a la formación de las personas, sustituyéndolos por una sectaria y oscura “educación ciudadana”; que ignora el tremendo problema de la España seca, derribando una política hidráulica porque era del PP sin ofrecer una alternativa eficaz; que no ha realizado ni proyectado una sola infraestructura en sus tres años de gestión, limitándose a terminar las que ya estaban comenzadas; que le ha hecho perder a España el peso específico que tanto costó obtener en el ámbito internacional; que tiene como objetivo cada vez más nítidamente bosquejado una vuelta a la época mas desastrosa de la historia de España como fue la II República, entonces que voten al PSOE o se abstengan y que cada palo aguante su vela, pensando que Mariano Rajoy no da la talla y que cambia o lo cambian. Naturalmente que lo cambiarán si pierde las elecciones. Como ha ocurrido siempre. Como le ocurrió a Adolfo Suárez y a Leopoldo Calvo Sotelo y a Felipe González. Pero el precio de esa caída puede ser demasiado caro para nuestro país o lo que quede de él dentro de unos pocos años. Tradicionalmente, la izquierda le ha tenido siempre ganada la batalla de la propaganda a la derecha. Y ahora parece que está sucediendo igual. Desde que José Luis Rodríguez Zapatero tomó posesión de La Moncloa ha tenido un objetivo perfectamente definido que es la destrucción del Partido Popular porque eso le allanaría el camino hacia sus grandes objetivos políticos que son la España confederal y republicana y su consolidación en el poder. Basta con escuchar diariamente a la vicepresidenta Fernández de la Vega, a Pepiño Blanco, a López Garrido y al mismo Zapatero, poniendo las culpas de todo cuando ocurre en la escena política en el PP hasta extremos que concitan a la risa. Y parece que la táctica ha calado, sobre todo en los medios de comunicación. A los tres años del 14M, se sigue hablando de que el PP no ha encajado la derrota electoral y de que sigue aferrado a la teoría de la conspiración cuando de los labios de Mariano Rajoy ni sus mas cercanos colaboradores no ha salido ni una palabra en ese sentido y hace tiempo que el propio Rajoy dio orden a su partido de no tocar el tema. La teoría de la conspiración la siguen debatiendo dos diarios –supuestamente conservadores- y una emisora de radio que sostienen una batalla absurda por sus intereses empresariales, por no pensar en otros mas inconfesables. Y los que hablan de la conspiración, criticándola y poniéndola en la boca del PP que no se ha abierto últimamente en ese sentido, son los socialistas. Mas le valdría pensar al potencial elector que muy vacío de ideas y de argumentos debe estar un partido político como el PSOE cuando vuelve a basar su estrategia electoral en la guerra de Irak y en el 11M, que fue lo que le llevó al poder en el 2.004 y que pretende que le sirva ahora para el mismo fin. A los partidos se les vota por sus programas y por la garantía que ofrece para cumplirlos. La frase del viejo profesor Tierno Galván de que las promesas electorales se hacen para no cumplirlas ha hecho mucho daño en una democracia nueva como la nuestra. Claro que hay que cumplir las promesas electorales y si no se cumplen, el gobierno incumplidor pagará las consecuencias. El gobierno de Rodríguez Zapatero ha incumplido muchas y ha retorcido otras. Por eso, cuando le llega el momento de la verdad electoral no tiene otro recurso que el de remover de nuevo los fantasmas de Atocha que escribieron la página mas trágica de nuestra historia reciente y que representan un baldón de ineptitud e ignominia en sus actores, gobierno y oposición en aquel triste momento. Si ahora, después de tres años y con todo lo que ha pasado en ese tiempo, le vuelve a funcionar la burda estrategia a este gobierno, es que nuestra sociedad está peor de lo que parece.

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