jueves, marzo 29, 2007

Jaime Barreiro Gil, ¿Como en Irlanda?

jueves 29 de marzo de 2007
JAIME BARREIRO GIL

¿Cómo en Irlanda?

Muchas veces hemos dicho que Euskadi e Irlanda son muy diferentes. Que nada tienen en común ni la raíz de sus conflictos, ni cómo ambos se fueron complicando en vez de resolverse al querer apurarlos con la violencia. Y así teníamos una respuesta preparada cada vez que se nos animaba a hacer aquí lo mismo que se hizo allí para superar las consecuencias de tan equivocada opción. Con el fundamento inapelable de que cada enfermo tiene su remedio y no hay receta universal que valga sin más para unos y otros.
Y todo eso era verdad, claro, como lo son todas las obviedades. Pero quizá fuese verdad sólo a medias, como lo son todas las verdades. Y que la certeza final dependa del punto de vista con que se ven las cosas. Que dependiendo de quien las mire, desde dónde, para qué o por qué lo haga, se pueden ver de una manera o de la otra, desde lo cierto a lo falso, ambos en los extremos de un tramo lleno de matices, todos verdades, sí, pero también todos discutibles.
Y es que la historia, esta como cualquier otra, no es sino la señal voluntariosa de quien la escribe.
Que sí, que cada uno la entiende como quiere o como puede. Pero siempre es posible que dos personas sino compartirlas puedan al menos compararlas. Y acordar que la de cada cual no es más que una versión. La voluntad basta, al fin y al cabo, para que ambas converjan o diverjan.
Eso es lo que hubo en Irlanda: voluntad. Una decisión firme de converger en torno a una idea simple pero común: una cosa o la otra, la convergencia o la divergencia, se dilucidarán sin violencia. Nada más. Porque en realidad ni el Sinn Fein de Gerry Adams ni el Partido Democrático Unionista de Ian Paisley han renunciado a ninguna de sus respectivas convicciones. Sólo a no matarse mutuamente por ellas.
Y yo creo que eso, por encima de las diferencias, también es posible lograrlo en Euskadi: la voluntad de no matarse. De abandonar las armas. De enmendar la opción equivocada. Sin que nadie, por ello ni para ello, sea obligado a abandonar sus convicciones. Es una idea simple, pero si fuese común…

No hay comentarios: