martes, febrero 27, 2007

Pello Salaburu, Las lineas torcidas de la justicia

martes 27 de febrero de 2007
Las líneas torcidas de la justicia
PELLO SALABURU

De pequeño me enseñaron que Dios escribía recto con los renglones torcidos. Nunca entendí aquello, pero hay muchas cosas que no se entienden a esas edades. O sea que no me quitó el sueño. Ahora, ya de mayor, veo que hay otra mucha gente, además de Dios, que se empeña en escribir recto con renglones torcidos.A ver: si alguien ataca una sucursal bancaria, la Policía hará lo posible por trincarlo. Si se escapa al extranjero, alguien pondrá en marcha una orden de búsqueda y captura internacional. Dependiendo del delito, se dará más o menos prisa: no es lo mismo un atraco con cinco muertos que un atraco casi de guante blanco. Si el atracador es extranjero y huye a su país también se pondrán en marcha esos mecanismos internacionales para sentar a esa persona en el banquillo. Es lo que tiene la Policía: que persigue al presunto delincuente, y lo pone en manos del juez. Y éste, con su proverbial independencia, intentará aplicar justicia con equidad.Imaginen ahora que no se trata de un atraco: se trata de perseguir otro presunto delito. Existe una banda terrorista ilegal y perseguida, que tiene un brazo político al que da de comer. Los dirigentes de este brazo político tienen, ante las leyes, una suerte de situación esquizofrénica: como dirigentes de ese brazo político, lo son de un partido ilegalizado desde hace unos años. Como dirigentes de las ideas que defiende el brazo político, son sólo representantes de una ideología no perseguida. ¿Quién es el que determina cuándo actúan en calidad de dirigentes del partido o en calidad de representantes de la ideología? El juez (en este caso el artículo masculino es pertinente). ¿En qué criterios se basa? Bueno, ésa es la pregunta del millón. Es más difícil dar con la respuesta adecuada que acertar la quiniela un domingo. Pero, ojo, puede estar tomando usted un café con alguien que tiene dos perfiles, dependiendo por dónde se le mire. Una especie de hermafrodita andante.La Policía cumple bien su papel: observa, vigila y detiene a los militantes de la organización ilegal. Y observa, vigila y detiene a quienes hacen tratos con ellos. Pero sólo observa y vigila, sin detener, si el fin de la entrevista no es vender bombas o fijar objetivos para atentados. Se limita a observar y vigilar si lo que se pretende es, precisamente, que dejen de matar de una vez. Así lo ha hecho con Aznar (por supuesto antes de Aznar también, pero es que éste va de impoluto por la vida) y con Rodríguez Zapatero. Los periodistas también cumplen bien su papel: así, han asistido a una media de una rueda de prensa diaria con los líderes del brazo político o de la izquierda (es la pregunta del millón) en los últimos 25 años. Llamar a aquello rueda de prensa es muy pretencioso, porque sólo hablaban los líderes, como debe ser, pero dejémoslo estar. A ningún juez se le ha ocurrido imputar a alguien por asistir a esas reuniones, cuando lo que había era una evidente propaganda de un partido ilegalizado, cuando no de la propia organización terrorista. Esos líderes han dado conferencias, han participado en foros de opinión, pero los jueces implicados (¿es eso lo de la ceguera de la justicia?) han mirado a otro lado. Incluso cuando había, no ya ruedas de prensa, sino manifestaciones y contramanifestaciones perfectamente orquestadas y anunciadas de antemano. Ilegales, naturalmente. Durante años.En ésas estamos cuando se le ocurre al lehendakari tener la enésima reunión con los representantes ésos. Y se les ocurre a los socialistas vascos, en las mismas fechas que el presidente de Gobierno enviaba a sus segundos a hablar con ETA, tener una reunión, no a hurtadillas, sino anunciada a bombo y platillo en un hotel donostiarra. También con los representantes del millón. Y estamos en ésas cuando el director de un periódico extranjero envía a un periodista a entrevistar a un terrorista confeso, y lo hace de forma manifiestamente ilegal.Claro, esto no puede ser. La justicia debe actuar. Y actúa. ¿Actúa imputando a Aznar o a Zapatero? No. ¿Actúa imputando contra quien ha permitido todo lo permisible sin que le pestañee un diente? No. ¿Actúa contra esos representantes que ya uno no sabe bien si representan siquiera a alguien? No. ¿Actúa contra el periódico que publica una entrevista realizada de forma ilegal a un terrorista detenido? No. ¿Actúa contra quienes han reproducido esa entrevista propaganda de un grupo terrorista? No. ¿Actúa, por cierto, contra quienes fueron a Guantánamo enviados por Aznar? No, al menos de momento. ¿Contra quién actúa entonces? Pues contra unas personas, el lehendakari a la cabeza, elegidas por los ciudadanos, y que tienen la obligación moral y legal de explorar vías de entendimiento y de buscar soluciones a problemas que en el mundo siempre se han resuelto de ese modo. Salvo cuando no se han resuelto, claro, y siguen ahí.Y el juez lo explica: no quiere «criminalizar el diálogo». Vaya por Dios. ¿Habrá alguien, aparte del propio juez instructor, que en algún momento haya pensado que por la mente de un magistrado puede pasar que tenga como objetivo criminalizar el diálogo en un sistema democrático? Sólo quiere «comprobar y esclarecer hechos». Ardua tarea, porque casi no hay testimonios de lo sucedido.Algunos nos hemos enfadado con este tema. Otros prefieren acatar la decisión del juez, aunque no la compartan. Yo la acato, por supuesto, como acato la nieve en el monte Gorbea o los 300 litros de agua por metro cuadrado que acaban llenado la habitación de humedad. Faltaría más. Por supuesto que lo acato. ¿Qué me queda, sino acatar? Acatar no equivale, sin embargo, a no discrepar. La justicia se ha metido en un lío bastante ridículo. El ridículo se irá acentuando conforme más se avance en las pesquisas. Un lío que proporciona una tremenda sensación de inseguridad, de enorme lejanía y de arbitrariedad. Porque aquí muchos son los que han tirado piedras y pedruscos. Pero la insólita imputación, con una sentencia del Supremo que indicaba a la perfección el camino de salida, ha castigado a unos y olvidado a otros. Y eso es lo que no puede ser. ¿Están haciendo concursos para escribir con líneas torcidas? ¿Será que lo toman como entretenimiento intelectual porque no tienen nada mejor que hacer? Esto es Fuenteovejuna, el único en no enterarse es el juez.

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