miércoles, febrero 28, 2007

German Yanke, El enemigo de Zouhier

miercoles 28 de febrero de 2007
El enemigo de Zouhier

POR GERMÁN YANKE
Rafá Zouhier es un sinvergüenza, un chulo con incontinencia verbal, un tipo de esos que cree que puede engañar a cualquiera parloteando a pesar de que su biografía, de la que habla con desparpajo y caradura, incluye robos con violencia, drogas, puñaladas y otras bajezas.
Es un patán que surge de las cloacas y que se comporta tan lamentablemente que, a quien le observa sin obligaciones procesales, ya ni considera que se muestre contrario a la violencia, que diga que avisó a la Guardia Civil de que Trashorras vendía explosivos, que grite que es «superinocente».
Lo que queda de horas y horas de mala educación y esperpénticas poses es que se trata de eso, de un sinvergüenza de los bajos fondos y sin principios.
Hasta el juez Gómez Bermúdez, en un momento del circo de Zouhier, espetó: «¿Se quiere callar de una puñetera vez?». El magistrado se explica con el lenguaje jurídico, formal, con ese toque procesal que separa a los jueces de los peatones. Incluso cuando le dice al procesado, con tono neutro, «a la mínima le mando al calabozo». Pero, ya se ve, hay momentos en los que aparece en la presidencia más el hombre que el magistrado y dice eso de que se calle de una puñetera vez, que es lo que a todos los observadores les pide el cuerpo.
Zouhier quiere convencer a la sala de que tiene una memoria portentosa, que también pone al servicio del país, pero, cuando el fiscal insiste imperturbable, ya vemos que hay cosas que no recuerda, cosas que no quiere responder, cosas en las que mintió -qué tipo el chulo de discoteca- «para que se supiera la verdad».
Algunos de sus amigos se reían. Algunas víctimas no pudieron contener las lágrimas. «Ni cuatro fiscales vais a poder conmigo», dice en un momento. Pero es él mismo el que ha terminado con Rafá Zouhier.
Su vida es una desgracia. Su testimonio, paradójicamente, una suerte de autoacusación. Y todavía quería seguir hablando cuando se sienta Trashorras en el banquillo, que ni había llorado ni se había reído. Sólo se hurgaba la nariz.

No hay comentarios: