miércoles, febrero 28, 2007

Dario Valcarcel, La Europa del derecho, solo

jueves 1 de marzo de 2007
La Europa del derecho: solo

DARÍO VALCÁRCEL

LOS padres fundadores imaginaron una Unión Europea como comunidad de derecho, unión política y mercado único. Corría 1953: una alianza militar debería proteger esa forma de civilización. Se ha repetido: si llega a cerrarse el edificio, Europa será una construcción de hechos y derechos, no de declaraciones. La Unión se ha formado para proteger la libertad y la solidaridad. No son palabras. El orden europeo, creado a partir de guerras de religión y campos de exterminio, quiere huir de aquel horror. Un solo modo, defender el derecho frente a la voluntad del que puede. Un modelo interesante es la Organización Mundial del Comercio, presidida hoy por Pascal Lamy. ¿Igualdad? En la línea de salida, sí: no en la de llegada. Vigilar la tendencia humana a la desigualdad: Estado corrector, asegurador de la igualdad en la salida. No olvidar a la cupletista madrileña: la igualdad es cuestión de intervenir en el reparto de la buena o mala suerte. El azar.
La construcción de un nuevo orden europeo necesita grandes dosis de prudencia política: plazos de aplicación de directivas contra la rémora de los intereses nacionales, burocracias apegadas al clientelismo, arbitrios interesados, nunca confesados... En estos meses, los europeos han dado pasos discretos en la construcción de un espacio comunitario real. Tres ejemplos, liberalización de servicios, movimientos en compañías energéticas, directivas contra la piratería (DVD, CD). En las sociedades más avanzadas, el sector servicios ocupa el 70 por ciento de la economía. «Estamos haciendo historia... El mercado interior es el corazón de la UE», declaraba el ministro finlandés, Mauri Pekkarinen. Quizá no sea todo su corazón, pero sí un ventrículo. El comercio es la vida. Un entramado de directivas protege el mercado interior europeo. Si ese entramado se agujerea, se amenaza la libertad de los consumidores. El intervencionismo autonómico, tantas veces filisteo y torpe, trata de obstaculizar las directivas recurriendo a versiones interesadas de la subsidiariedad. La directiva liberalizadora de los servicios, suscrita en diciembre por el Parlamento Europeo, llevaba la firma de su presidente socialista (el 1 de enero, José Borrell cedió los trastos al democristiano Hans-Gert Pöttering). La directiva afecta a todo el comercio europeo; asegura a los prestadores de servicios un clima de certidumbre política, de garantías legales frente al arbitrio. Gracias a lo cual cada europeo puede servir y recibir servicios, comprar y vender, viajar o no viajar...
La gran batalla de la energía se ha mantenido ahí, agazapada. En España, Manuel Pizarro ha acertado, según un equipo de especialistas independientes, 97 veces de cada 100. Seguiremos informando.
En Madrid, a la luz del día, en la plaza de Carlos V -si el emperador levantara la cabeza...- siguen los vendedores de DVD y CD: delito menor, pero delito, del que son responsables sobre todo los compradores. La comercialización clandestina afecta a los productores de cine y a las cadenas de televisión, hoy enfadados entre sí.
La única Europa posible es el derecho: sus principios son letra muerta si no se traducen en leyes. Los europeos, con su moneda y su comercio, han creado una primera potencia económica. Han construido a trancas y barrancas la base de sus instituciones. Si no se admite que Europa es el derecho, la Unión se deshará. Lástima: la autoridad del Tribunal de Justicia de la UE es hoy indiscutida; su legitimidad de ejercicio no es menor que la de origen; el nexo del derecho europeo con los derechos nacionales funciona con fluidez; una norma básica -la prevalencia del derecho europeo- ha creado una práctica, los jueces nacionales reconocen primacía a la ley comunitaria. Es, gracias a los redactores de los tratados originales, el gran activo de la Unión.
La sentencia platónica advierte, existe el derecho y existe la fuerza. En ocasiones, aplicar la fuerza es amordazar al derecho. Europa trata de abrir paso a la ley y a la libertad. Defiende para ello el horario de las panaderías.

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