martes, febrero 27, 2007

Carlos Luis Rodriguez, Prueba superada

CARLOS LUIS RODRÍGUEZ
a bordo
Prueba superada
El otro día, el líder del PPdeG se vestía de entrenador de fútbol para valorar el comportamiento de sus rivales en la crisis del Ostedijk. Decía Feijoo que, si en vez de ser un carguero, fuese un petrolero, se habria repetido la catástrofe del Prestige. O no. Nunca lo sabremos porque en este tipo de situaciones dos y dos casi nunca son cuatro.
¿En qué se basa esa similitud entre el jefe de lo populares indígenas, y el míster que valora el resultado de un partido adverso? Los dos aluden a la suerte para explicarse. En este caso, los gestores del incidente habrían tenido fortuna al no tratarse de una carga tan nociva como el fuel que nos tiñó de luto. Puede que así sea, pero tal cosa no altera el resultado, ni debe impedir reconocer que los puntos en juego son para la Xunta de Galicia y el Gobierno central.
Los condicionales utilizados por Feijóo no son conjugables, a menos que se apliquen también con carácter retroactivo a la catástrofe incendiaria, que sin duda se agravó por la suerte, mala en ese caso. Con el viento de las casualidades a favor, tal vez la pira hubiese sido menor y se hubiera notado menos la patriótica incompetencia del conselleiro Suárez Canal. Sin embargo, ese factor no se tuvo en cuenta a la hora de asignarle al Gobierno una derrota inapelable.
La ecuanimidad obliga a aplicar ahora un criterio similar. Los titubeos del primer momento se van corrigiendo, y se esquiva con habilidad el apuro de definir sobre la marcha un puerto que algunos llaman refugio pero que, si el percance se complica, puede acabar siendo un puerto cementerio.
Más allá de los aspectos técnicos de la crisis, el lugar elegido para la descarga o el método utilizado para hacerlo, hay dos jugadas que vuelven a subrayar el mérito de los dos conselleiros más políticos del área socialista que son Méndez y Vázquez. Suya es la tarea de aplacar con mano izquierda la alarma social que venía por dos vías.
Una, los regidores de la zona, obligados por la proximidad de las elecciones a subir el tono y otra, los grupos ecologistas, habituados a sembrar las redacciones con siniestros augurios. Mediante la información, la seducción o lo que fuera, ese frente se desactiva, lo cual deja solo al Partido Popular en la posición de bruja Lola con las velas negras que deparan infortunio. Velas que por encima tenían portadores tan inadecuados como Fernández de Mesa, Rajoy o López Veiga, memoria viva del Prestige.
Touriño tiene a su lado a un tipo de conselleiro que en la ultima etapa de don Manuel ya era residual, es decir, el dotado de olfato social, el capaz de captar las pulsaciones de la gente, más allá de los despachos y los círculos de asesores. La reacción de Jose Luis Méndez y Manuel Vázquez, en fin, es la misma que quiso poner en marcha Cuiña en los días aciagos del petrolero, sin que se lo permitieran los miopes criterios establecidos por el Gobierno de Aznar.
Quedará de este episodio la lección de muchos fallos relacionados con la comunicación, administrada con mentalidad centralista y desconociendo el funcionamiento de los medios, y la asignatura pendiente de los dichosos puertos refugio. Con todo, la gran diferencia con el Prestige y los incendios, es la gestión política, pésima en esos dos casos, y notable en éste del carguero.
De unos gestores atónitos ante la catástrofe, o empeñados en fabular con tramas, se pasa a otros que procuran desactivar las alarmas y evitar polémicas en medio de la crisis. ¿Qué tuvieron suerte? Desde luego, pero ése era el requisito principal que Napoleón Bonaparte pedía a sus generales.

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