domingo, enero 28, 2007

Felix Arbolí, Mis presagios siguen cumpliendose

lunes 29 de enero de 2007
MIS PRESAGIOS SIGUEN CUMPLIÉNDOSE
Félix Arbolí

E N anteriores artículos exponía que tenía el presentimiento de que el nuevo año iba a traerme alteraciones y sucesos que me iban a afectar muy directamente y hasta exponía mi temor de que fueran negativos y adversos. Desgraciadamente parece que acertaba en mis premoniciones y me están viniendo los malos augurios de forma escalonada, pero continúas. El día cuatro, mi ingreso en urgencias del hospital en una ambulancia y mi internamiento durante nueve días con insuficiencia respiratoria. Algo de menor intensidad, a la que padecí hace seis años que me tuvo más allá que acá durante cerca de cuatro meses entre coma, UCI y recuperación. En plan seísmo, si aquello alcanzó un ocho y pico en la escala de Richter, ésta sólo llegaría al cuatro y porque me cogieron a tiempo. Cuando me dan de alta, ingresa mi suegra en urgencia, con principios de neumonía y ochenta y ocho años de edad, continuando internada en la actualidad, aunque al parecer en periodo de recuperación. Por si fuera poco, el día 25, vuelve a golpearme la adversidad, aunque esta vez con mayor contundencia, despiadadamente, de forma irreparable. Tanto, que deseo tratarlo y exponerlo de forma detallada y poniendo en cada palabra mi sentimiento más profundo. Cincuenta y cuatro años de amor y placentera convivencia, han quedado rotos de golpe. De forma imprevista y en cuestión de minutos, como suelen llegar las malas jugadas que nos gasta la vida. Una mujer, mi hermana, ha quedado totalmente destrozada física y lo que es aún peor, anímicamente. El hombre que durante más de medio siglo llenó por completo su vida en todas las dimensiones físicas, mentales y sentimentales, ha buscado horizontes perdidos e ignorados más allá de donde nuestra imaginación puede calcular. Hacía cuatro años celebraron sus bodas de oro y volvieron a casarse, a repetir las promesas que un día ya lejano se hicieron ante Dios y ante los hombres. Fue una ceremonia, cena y fiesta inolvidable que le ofrecieron sus siete hijos sorpresivamente y que a todos los asistentes invitados y sobre todos a la pareja protagonista sorprendió y emocionó en grado sumo. Nadie podía imaginar que estábamos a cuatro años fecha de la tragedia. La muerte es algo natural al ser humano, un obligado tributo que hemos de pagar por el privilegio de haber nacido. A veces pienso que es mejor no nacer, para no tener que morir. A nadie le gusta sacar el tema a colación, como si el omitirlo le salvara de esa obligada separación de todo cuanto amamos. Yo les puedo asegurar que tras haber estado más allá de su umbral, no es tan fiero el león como lo describen. Morir es entrar en una especie de nirvana donde todo es luz, paz, deseos de llegar cuanto antes a esa luminosidad que vemos al final de ese túnel oscuro que atravesamos. No es nada traumático, os lo aseguro, para el que inicia ese último viaje hacia el más allá. Claro que esto no lo sabe el que se queda a solas con el recuerdo, la añoranza y la infelicidad de haber perdido para siempre a ese ser querido. Y eso aumenta su tragedia, aviva su dolor y le hace pasar momentos angustiosos e interminables. Si pudiera ver la serenidad y tranquilidad, yo le llamaría incluso suprema paz, que experimenta el ser humano en ese paseo etéreo hacia esa intensa y atrayente luz que le va envolviendo amorosamente a medida que se acerca, su llanto se tornaría más sereno y su soledad menos tenebrosa. Comprendo, no obstante, que es muy difícil, casi imposible, tratar de justificar y superar la ausencia de esa persona que ha sido parte fundamental, inseparable, amada hasta los límites donde es capaz de llegar este sentimiento y necesaria en todos los instantes buenos y malos, por igual, de nuestra vida. Y me dolió como puñales que atravesaban mi corazón y enrojecían mis ojos las lágrimas al contemplar a mi hermana sufrir de esa manera, con el rostro desfigurado de tanto llorar y sumida en esa total desolación, ida totalmente, ajena a todo cuanto le rodeaba, aunque tuviera la constante protección, cariño y calor de hijos y nietos, que la rodeaban formando una especie de coraza, como hacen con la abeja reina en el panal. Aunque me figuro que esa amplia demostración de cariño familiar no libraría su pensamiento de ese hombre bueno, honesto, esposo modelo y padre y abuelo excepcional, que yacía a pocos metros envuelto y expuesto a la contemplación de familiares y amigos en ese extraño y morboso ritual que utilizan los tanatorios para ver y despedirnos del difunto. No puedo estar conforme con el poeta que clamaba “!Dios mío que solos se quedan los muertos!”. Él estuvo acompañado hasta el final de su estancia en este peregrinaje, yacente ya, de todos sus familiares y amigos. Algunos llegados desde Zaragoza, el era natural de esa tierra prodigiosa de hombres serios, trabajadores, cumplidores y honrados, donde la Pilarica, nuestra amada Patrona y la Virgen más popular y querida de nuestra geografía, quiso aparecerse, porque le gustó su belleza y fertilidad agreste y el corazón y la nobleza de sus habitantes. Otros de mi venerada Andalucía e incluso de Valencia y otros puntos donde estuvo o están los que le trataron y desde entonces le apreciaron y respetaron. Porque mi cuñado y no es por la clásica alabanza al que muere, era un hombre que calaba hondo por su afabilidad, nobleza, bondad y caballerosidad, aunque hoy estos valores no se tengan muy en cuenta. Ingeniero del ICAI desde poco más de veinte años, segundo de su promoción y director de una factoría estatal a sus veintiséis, cuando se casó. Con un curriculo impresionante, que abarcaba desde un puesto relevante en la Fábrica de Mieres en Asturias, director general de una empresa estatal de pescaderías de España en Mauritania, hasta alcanzar un cargo de los más destacados en el INI, el grupo de industrias que creó Franco para originar puestos de trabajos, aumentar la productividad nacional y de paso, en algunas ocasiones, favorecer a determinadas personas los servicios prestados. El, y de ello se sentía justificadamente orgulloso, llegó a las cotas más altas de su carrera sin adscripciones políticas de ninguna clase, aunque lógicamente tuviera su propia ideología. Perdónenme queridos amigos que hoy mi artículo sea un panerígico a una persona entrañable cuya inesperada y sentida desaparición ha enturbiado y bastante mi panorámica vital. Una licencia que me he tomado porque considero que es una deuda obligada y sincera con alguien que ocupaba un lugar muy destacado en mi vida. Quizás mucho más que otros con parentesco de sangre. Descansa en paz hermano y amigo y disfruta de esa gloria que Dios tiene reservada a los que nacieron y vivieron para hacer el bien, amar al prójimo y ganarse el cariño, la admiración y el respeto de todos cuantos tuvimos la oportunidad y la suerte de conocerte y tratarte. Y tú, querida hermana, que estrenas esa amarga viudedad que nada puede consolar y compensar, ten al menos la satisfacción de que el tiempo que habéis estado juntos os sentisteis uno parte inseparable del otro y os proporcionasteis los mejores y más bellos momentos de vuestra larga y fructífera unión. Ahora son tus hijos y nietos los que deben llenar tu soledad y borrar el dolor de tu tragedia. Un fuerte abrazo.

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