miércoles, diciembre 27, 2006

Felix Arbolí, La Navidad, los buenos deseos y la salud

miercoles 27 de diciembre de 2006
LA NAVIDAD, LOS BUENOS DESEOS Y LA SALUD
Félix Arbolí

E STAS fiestas las estoy sintiendo algo distintas a las de anteriores años. No se por qué, pero tengo una sensación extraña aumentada cada vez que se aproximan. Como si algo especial fuera a ocurrir en el transcurso o cercanía de las mismas. Ignoro si bueno o malo, pero con el presentimiento de que pueda llegar a marcar una notable referencia en mi futuro inmediato. Me causan grima los cambios o posibles acontecimientos y presagios, ya que está uno tan acostumbrado a recibir palos y decepciones que hay que decir como en el famoso chiste “Virgencita, Virgencita, que me quede tal como estaba”. Me aterran las innovaciones, pues hasta en el simple trueque de nuestra añorada y querida peseta por este chabacano y abusivo euro nos están demostrando que los cambios no resultan nada favorables. Sin omitir , por supuesto, el cambio de nuestros políticos que se han olvidado de sus promesas electorales y en lugar de procurar el bienestar social que prometían en sus programas, han iniciado una lucha despiadada y sin cuartel contra el adversario como único objetivo de su misión gubernamental y parlamentaria. Ni siquiera el tiempo de las Navidades ha servido para aplacar ánimos, ni impedir concitar rencores, algunos excesivamente desfasados, como preludio de un mañana más sereno y luminoso. Acabamos de instalar en el hall de entrada de mi casa, que es la suya, las figuras del Belén. Bueno, especifico, la Virgen con el Niño y San José, con su correspondiente dosel. Son dos preciosas figuras con bastante antigüedad y de considerable tamaño, casi treinta centímetros, con un vestuario precioso, que llevan con nosotros algo más de quince años y llaman la atención por sus cuidados y precisos detalles en un material muy especial y con sus caritas y manos de porcelanas. Fue un regalo que nos hicieron mis hijos y nietos y que en aquella época suponía dejar en la caja registradora de un local de la calle Serrano una cantidad que hasta en la actualidad se considera un tanto desorbitada. Llevan la marca de “Becara” y ya este nombre justifica los precios y la calidad. Todos los años soy yo el que a partir de la Inmaculada aprovecho para instalarlas y adornarlas con guirnaldas, espumillones y artísticas bolas “becaranas” también, para pasmo y admiración de todos cuantos tienen la oportunidad de admirarlas si nos visitan en estas fiestas. Es una costumbre que llevo muy arraigada desde mi infancia andaluza y que el tiempo, la lejanía y el empecinamiento de algunos en que todo esto acabe y desaparezca, no han podido hacerme claudicar. Pero este año, hasta el día de hoy, 22 de diciembre, a escasas fechas de rememorar el parto más importante de la Historia de la Humanidad, no se me había pasado por la mente su instalación. Gracias a mi mujer, poco entusiasta de subir escaleras, buscar en cajas amontonadas y polvorientas e ir sacando toda esa parafernalia que lleva consigo esta navideña tradición, se ha podido cumplir un año más el hermoso rito de recordar y rendir pleitesía al Rey de Reyes y al Amigo de los pobres y necesitados. Me ha dado una gran alegría con ello ya que, insisto, este año me lo estoy pasando tan raro y desconcertado, que algo tan sencillo como enormemente grandioso se me había pasado por alto. La ocasión más alta y prodigiosa que vieron los siglos pasados, ve el presente y esperan ver los venideros, usando las palabras del inmortal Cervantes referidas a la Batalla de Lepanto, donde los cristianos vencieron al ofensivo turco de aquellas épocas, tan enemigos de nuestra fe como los actuales inquisidores y apostatas que nos dominan hoy. Luego al contemplar expuestas las entrañables figuras, guardando y honrando con su presencia toda la casa, he apreciado en toda su magnitud el maravilloso simbolismo que ellas representan y me ha infundido ánimos, impregnándome de ese inequívoco sentido religioso y solidario que nos trae o debe traer la Navidad. ¡Qué lástima que vayan desapareciendo de nuestras casas estos “Belenes”, más o menos cargados de figuras, pero donde no deben faltar como es lógico y natural los protagonistas principales de este prodigioso suceso!. ¡Qué costumbre tan bonita y española estamos condenando al olvido y su desaparición ¡. “Ya sólo nos queda el Año Nuevo”, podría decir, parodiando la famosa frase de Humphrey Bogart , al final de su inolvidable película “Casablanca”, aunque éste referido a Paris. Y sigue vigente porque es una festividad bullanguera, salvaje, alegre y sin sentido religioso. Será intocable a través de los siglos. No hay problemas. Aunque es una época o circunstancia que nos brinda la ocasión de hacer un detenido recorrido por nuestra vida, examinando sus aciertos y errores y formulando nuestros más fervientes deseos para esa nueva etapa o ese nuevo calendario, que se abre inédito ante nosotros para que podamos introducir las modificaciones, excepciones, empeños y proyectos que consideremos provechoso y eficaz para mejorar nuestro sentido de la vida. Adelantándome a la fecha de su inicio, me gustaría que este Año Nuevo que se aproxima a toda velocidad, más de la deseada a los que ya casi contamos los días como años, fuera una fecha especial en el devenir de la Humanidad. Que se iniciara sin un sólo disparo, ni en el más apartado, salvaje y despiadado, lugar de la tierra. Que nadie albergue odios, revanchas, ni afanes vengativos hacia el prójimo cercano y más alejado, por razones políticas, religiosas o de razas. Que los políticos y gobernantes a todos los niveles, tanto nacionales como comunitarios, vivan bajo la paz y la concordia de la sensatez y la solidaridad, con el único objetivo de paliar dificultades y resolver problemas, en lugar de generarlos y azuzarlos para que los rescoldos del fuego de la incomprensión y el rencor pasado, cuando anduvimos ciegos, no se conviertan en hogueras que en lugar de proporcionarnos luz, nos deje sometidos a la absoluta oscuridad. Que olvidemos ofensas de anteriores generaciones en las que no participaron nuestros hijos y nietos, pero a los que hemos involucrados envenenando y “rencorizando” sus mentes con nuestros odios, para destrozarles un presente llenos de ilusiones y alicientes y hacerles extremadamente difícil gozar un futuro digno y confortable. Que nuestros caídos en esa terrible lucha fratricida, tanto en un bando como en otro, que ya es patrimonio exclusivo de la Historia de un país, continúen gozando su paz definitiva sin que sus restos, recuerdos y torturas vuelvan a airearse, con exhumaciones, comentarios y crónicas que deberían permanecer solamente en el recuerdo de los que les quisieron y en la conciencia de los que se los causaron para penar su culpa con el remordimiento, pero no convertirlos en estandartes de odios y nuevas banderías. Que duerman en paz su sueño eterno. Que ser español vuelva a ser un privilegio y un orgullo celosamente compartido por todos cuantos nacimos nada más pasar los Pirineos y antes de adentrarnos en las profundas y revueltas aguas del estrecho de Gibraltar. Y una sola Bandera, la roja y gualda, presida nuestros actos y edificios como Símbolo indiscutible y sublime de toda la nación, ya que por ella lucharon y dieron valientemente su sangre millones de españoles a través de los siglos, perdiendo su propia vida al defenderla y honrarla, mucho antes de que hiciera su aparición la nueva de la República, cuya extraña franja morada aún precisa una clara y debida justificación de su inclusión en la que existía oficialmente y no representaba a ningún gobierno determinado, sino a toda España. Que los partidos políticos se den cuenta de una vez y para siempre que su misión es servir a España y a todos los españoles sin distinción de ideologías, aún a costa y en detrimento de los intereses de su propio grupo y si no es esa su intención que tengan la honestidad de dimitir y dejar su cargo para otro más capacitado, menos perjuro y más partidario de sacrificar sus horas y empeños en beneficio exclusivo de los que ingenuamente les votaron . Que los “pelotazos” tan de moda actualmente, haciendo poderosos y ricos a los menos escrupulosos y corruptos, queden exclusivamente para los campos de fútbol, donde se pagan también a precio de oro, pero al menos hacen pasar unas horas agradables y relajadas al aficionado, haciéndole olvidar por unos instantes los problemas que le agobian. Que terminen de una vez y para siempre los afanes paternalistas y excesos humanitarios por parte de nuestro gobierno intentando a costa de prohibiciones continuas e insospechadas toda opción al ciudadano de vivir según le venga en ganas, sin tener que someterse a un constante control gubernamental para fumar, aparcar, comer, divertirse, (ahora le toca el turno a las corridas de toros) y llegaremos hasta el de poder respirar si Dios o el electorado no lo remedia. Porque todo esto me recuerda a lo del “Padrecito Stalin” y sus desvelos por tener controlado “paternalmente” a todos los ciudadanos de la inmensa URSS, como si fueran niños o discapacitados mentales y conste que no hay nada despectivo en este comentario. Pero con la salvedad de que esa solícita actitud gubernamental no impide que las prostitutas estén en las calles provocando al ciudadano y dañando moralmente a la infancia; los atracadores tengan más derechos y reciban mayor protección que las victimas; los de otras confesiones religiosas más ayudas y consentimientos que la mayoría católica que ostenta el país y hasta la educación que se implanta en los centros y colegios oficiales presenten alteraciones y lagunas que van en dirección opuesta a la debida alfabetización y cultura popular. En resumidas cuentas una “utopía”, mucho más impensable e irrealizable que la famosa de Tomás Moro. Acaba de terminar el sorteo de la lotería de Navidad y como ya es habitual no me ha tocado nada. Sólo esperar a las modestas pedreas, si intentamos recuperar nuestro dinero un año más. Ahora tendremos los espacios televisivos con los sonrientes y felices rostros de los agraciados con esos premios millonarios, con el único objetivo de ponernos los dientes largos a los que no fuimos agraciados por la fortuna. Es un día que odio por ese despliegue de afortunados alardeando de su suerte y refregándonos esos papelitos que cubrirán con creces sus necesidades, mientras yo observo esos décimos que solo me han servido de efímera y engañosa ilusión. ¿Qué me importa a mi cómo se llama y donde vive el que ha sido beneficiado con el gordo u otro premio importante, suficientes para cambiar radicalmente tu vida?. ¿A que viene ese recochineo de mortificar aún más al que no ha tenido la oportunidad de hacerse con ese papelito?. ¡Me sienta fatal contemplar esos rostros de iluminados y elegidos que miran a la pantalla como diciéndonos al resto, sois unos desgraciados, mientras enseñan presuntuosos sus décimos premiados!. ¡Y nos quedan dos días mortificantes, empalagosos, insufribles en la prensa y la televisión ¡. Peor aún tener que soportar durante el día y posteriores la conocida frase de “Bueno, si no ha habido suerte en la lotería, lo importante es tener salud”, como si el ser agraciado con tantos millones llevara implícito la pérdida de la salud. Estamos en el día de la salud, aunque algunos estén más pocho que una manzana pasada de fechas y más secos que una mojama como las famosas de Barbate, el pueblo de la provincia gaditana, mi bendita tierra, creado por Franco y famoso por su pesca y almadraba. En fin, amigos lectores, a pesar de todo y por todo lo expuesto, les deseo con toda sinceridad un Nuevo Año escaso de pagos y espléndido de ingresos, gozando al mismo tiempo de una envidiable salud y que yo pueda apreciarlo, que será buena señal.

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