lunes, noviembre 27, 2006

Sobre la muerte, la estafa

martes 28 de noviembre de 2006
Proceso de rendición
Sobre la muerte, la estafa
Juan Carlos Girauta

En cuanto al PP, sigue intachable en su apoyo a las víctimas en los foros y en las calles, con el micrófono y con el megáfono. Por fortuna, no da muestras el partido de Rajoy de sufrir sus conocidos vértigos en este asunto, aunque se haya quedado solo.

Es comprensible que Rodríguez se abrace un poquito al PP, el mismo partido cuya legitimidad viene negando con hechos y palabras. Es lógico, dada su posición, que se agarre a un clavo ardiendo, siendo el clavo un mendaz recordatorio al respetable: en materia de terrorismo, dice, los socialistas se manifestaron siempre junto a los populares, no frente a ellos. Como el 13-M, vamos. Junto a ellos, plantados en sus sedes para mostrar solidaridad.
Llega esta escapatoria retórica y desesperada después de que las víctimas, arropadas de nuevo por multitudes, vuelvan a demostrarle al gobierno lo que hay (dignidad, hartazgo, memoria, indignación, vigilancia) y lo que no hay (la menor posibilidad de que se callen). ¿Y por qué iban a callarse?
Rosa Díez pronunció días antes palabras esclarecedoras sobre el cuento de los tres años sin muertos; le preguntó públicamente a una viuda: ¿Cuántos años llevas tú con un muerto? A, ante, bajo, cabe, ¡con! Con un muerto, con mil. Con, Rodríguez, con. Y no le estoy hablando en francés, no sea malpensado. A ver si establecemos algunas obviedades que, no por serlo, se han librado del olvido o de la elipsis:
Uno, los muertos están ahí para siempre. Dos, el perdón en su acepción moral es asunto de confesionario, y en su acepción ética y civil es inalcanzable por razón del punto uno: los muertos callan. Tres, todos los sinónimos del perdón que puedan manejarse en el debate político deben ceñirse a lo establecido por las leyes (Código Penal, Ley de Partidos, Constitución...); Rodríguez puede hacer lo que pretende desde la ley, aunque todo siga siendo estratégica o moralmente erróneo. Cuatro, no se alcanza a comprender la posible relación entre los manoseados sinónimos del perdón y la autodeterminación del País Vasco o la anexión de Navarra, salvo que tales sinónimos sean la estafa que uno de los interlocutores del proceso superpone a los asesinatos del otro.
Que derogue Rodríguez la Ley de Partidos, que reforme el Código Penal, que defienda abiertamente una reforma constitucional en el sentido deseado por los comprensivos compañeros del PSE y los taimados aliados nacionalistas, que indulte a sus interlocutores, que haga lo que se le antoje dentro de la ley, pero que no siga devaluando el Estado de Derecho. Sin imperio de la ley no hay reglas de juego, no hay nada, hay actos de fuerza disfrazados o desnudos, con sonrisas o a patadas, negados o reconocidos, pero puros actos de fuerza. Intolerables. Especialmente cuando los perpetra el poder.
En cuanto al PP, sigue intachable en su apoyo a las víctimas en los foros y en las calles, con el micrófono y con el megáfono. Por fortuna, no da muestras el partido de Rajoy de sufrir sus conocidos vértigos en este asunto, aunque se haya quedado solo. Porque el hecho que nos consterna y entristece es, sí, que nadie le acompaña en el arco político. Está solo con sus diez millones de votantes y sus setecientos mil militantes. Y con las víctimas.

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