jueves, noviembre 30, 2006

Que Dios nos libre de los especialistas

jueves 30 de noviembre de 2006
NATIVIDAD
Que Dios nos libre de los especialistas
Por Juan Orellana
Se estrena mundialmente Natividad, tras su prémiere en el Aula Pablo VI del Vaticano, en presencia de siete mil invitados. Se trata de una hermosa recreación del Acontecimiento cristiano de la Encarnación, desde poco antes de la Anunciación a María hasta la huída a Egipto.
La que se presenta como la película cristiana navideña, que por primera vez en muchos años van a poder disfrutar las familias católicas españolas, se ha convertido en objeto de minuciosa observación crítica para algunos expertos exegetas. Las ramitas les han impedido ver la inmensidad del bosque.
El acto en el Vaticano del pasado domingo estuvo organizado por los Consejos Pontificios de Cultura, Comunicaciones Sociales, Cor Unum, la Filmoteca Vaticana en colaboración con la Fundación Pro Música y Arte Sacra. La idea nació del Cardenal Popuard y enseguida la asumieron las demás instancias. El acto comenzó con la lectura de un pasaje del evangelio y se pronunció una oración escrita por monseñor Angelo Comastri, vicario general del Papa para el Estado de la Ciudad del Vaticano. Luego monseñor Foley, presidente del Consejo Pontificio para las Comunicaciones Sociales, pronunció un discurso de presentación. El acto sirvió para recaudar fondos para la construcción de una escuela en el pueblo de Mughar en Israel, con una población de cristianos, musulmanes y drusos, localizada a 40 kilómetros de Nazaret, un proyecto promovido por el arzobispo greco-melkita Akka. La Pasión de Mel Gibson no pudo disfrutar de estos privilegios.
En España, el Departamento de Cine de la Conferencia Episcopal hizo el viernes 24 una presentación pública del film de Catherine Hardwicke a la que asistieron muchos sacerdotes, religiosos y religiosas, representantes de Asociaciones y Movimientos, e incluso algunos Obispos, que a causa de la Plenaria, se encontraban en Madrid. El veredicto general fue claro: "La película está bien y es estupenda para ir al cine en Navidad". Por supuesto, no a todos les pareció igual de bien: algunos salían con lágrimas en los ojos de emoción, otros lo hacían con más decepción y distancia. Todo de lo más normal. Como ocurrió con La Pasión de Cristo, de Mel Gibson, a unos gustó más, a otros menos.
Sin embargo, la película fue también vista por algunos profesionales de la escriturística, conocedores de aquellos acontecimientos desde una perspectiva histórico-crítica y desde la ciencia teológica. Y para algunos de ellos todo han sido objeciones: que si faltaba el Benedictus, que si el Magnificat estaba cambiado de sitio, que si no era muy precisa la formulación del repudio, que si no quedaba claro que María fue virgen durante el parto (¿alguien sabe cómo puede quedar eso claro en una película?), etc. Todo cuestiones ciertas pero que no tocaban ninguno de los asuntos principales de la fe: que María era virgen, y concibió un hijo por obra del Espíritu Santo, que este niño era Hijo de Dios y vino al mundo para redimirnos del mal. Porque todos estos asuntos están en el film de forma impecable. Entonces, ¿cuál es el problema? Es un problema de perspectiva. Veámoslo.
En los tiempos que corren, desde hace años, la oferta de cine navideño se limita a películas basadas en Papá Noel, los regalos, y un mundo imaginario de nieve y renos. Eso sí, con una inevitable alusión a los buenos deseos. Del sentido de la Navidad, ni una sola palabra, de su naturaleza cristiana, tampoco. Recordemos Polar Express, o el estreno este año de Un invitado por Navidad. En este contexto, que se estrene comercialmente un film claramente cristiano, que trata explícitamente del sentido de la Navidad, y que es ortodoxa en los aspectos esenciales de la fe, es una ocasión excepcional de ver cine navideño "de verdad". Si además la calidad es buena, el motivo de alegría es doble. Por otra parte, del hecho de que películas como esta tengan éxito depende que los productores comprueben la rentabilidad o no de hacer un cine de clara identidad cristiana. Por ello, en los tiempos que vivimos, apoyar Natividad es algo que va más allá del apoyo a una película concreta, ya que puede tener importantes consecuencias a más largo plazo. Además, si a los obispos les gusta y en Roma le abren sus salones, ¿qué razones hay para insistir en objeciones de microscopio? Hablamos de una película, no del programa de una asignatura en una Facultad de Teología, que sí requeriría un juicio de bisturí.
En definitiva, un especialista no debe perder de vista el horizonte cultural en el que desarrolla su tarea, pues corre el riesgo de convertirse en una mónada aislada del mundo que ni lo toca ni es tocado por él. Y un cristiano está llamado a ser, en primer lugar, realista, muy realista. Y con realismo apoyamos Natividad. Sin hacernos líos.

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