jueves, septiembre 28, 2006

Sucios anuncios

viernes 29 de septiembre de 2006
Incitación al odio
Sucios anuncios
Juan Carlos Girauta

Esta sociedad no es capaz de declararse una guerra intelectual como Dios manda, donde podamos arrojarnos a gusto a Jaime el Conquistador y a Batet, a Pau Casals y a Dencàs, a Pla y a Aribau.

Tiene varias capas de suciedad el anuncio antiespañol que Daniel Sirera, en nombre del PP, va a llevar a los tribunales. Primero está lo de los niños, recurso al alcance de cualquier compañía de seguros. Los no nacionalistas son infinitamente más finos; cuando han de desnudar a alguien con fines promocionales, desnudan a su presidente y no a unos preadolescentes: el spot de las selecciones sería calificado de obsceno si en vez de vender resentimiento contra España vendiera champú o patatas fritas; de su ilegalidad pedófila no dudaría el CAC.
Si todos en Cataluña tuviéramos similar falta de escrúpulos y parejos fondos para publicidad (¿quién financia el odio de la enfermiza fantasía erótica?) organizaríamos una campaña de ricuras rubias riñendo a sus padres: ¿Por qué habéis votado este estatuto? ¿Qué asfixiante futuro queréis para nosotros? ¿Por qué no puedo estudiar en el idioma que hablamos en casa? Etc. Qué asquito, ¿no? Pues eso.
La segunda capa de roña es la deportiva. Desprovista de referentes culturales, de lecturas, de conocimientos históricos, de una educación de calidad, esta sociedad no es capaz de declararse una guerra intelectual como Dios manda, donde podamos arrojarnos a gusto a Jaime el Conquistador y a Batet, a Pau Casals y a Dencàs, a Pla y a Aribau. Está el fútbol, donde los catalanes (a quienes guste) ya están representados por la selección española. Que por cierto es un churro, según cuentan.
Una tercera capa de la porquería demagógica viene en la utilización de símbolos, casi tan grave como la de niños. Suele el diletante abominar de banderas e himnos. Bien, pero de todos. Si hay que hacer excepciones, no juego. El niño despechado del anuncio luce un brazaletito cuatribarrado y ofendido. Esto ya no es fútbol; es la vida toda del pobre catalán profesional, oprimido y postergado: un negocio fabuloso.
Con los símbolos no se juega. Alberto Fernández, harto de ver edificios públicos donde sólo ondea una bandera, descubrió con agrado que en uno de ellos se agitaba también la española. La miró mejor y comprobó que la habían colocado con el escudo boca abajo. El popular obligó a la policía local a arriarla y volver a izarla correctamente, con todos los honores. Sólo por eso ya votaré al PP en las municipales. En las autonómicas no puedo porque hay que llevar al Parlament al desnudo Rivera. Y a la vista de lo que Piqué ha metido y sacado de las listas, tampoco quiero.

Gentileza de LD

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