jueves, agosto 24, 2006

Todos somos infieles

25-VIII-2006
Todos somos infieles
EDITORIAL

El mundo libre ha tenido que vencer al fascismo, al nazismo y al comunismo para sobrevivir. Ahora debe luchar contra el islamismo. Porque para él todos somos infieles y debemos desaparecer o someternos a sus dictados.

Gustavo de Arístegui nunca ha sido radical ni extremista en sus críticas al islamismo, que siempre ha separado del Islam. No hay mejor prueba de ello que el hecho de que Yusuf Fernández lo tachara de "islamófobo" por una conferencia en la que precisaba que los islamistas radicales son "una minoría entre los 27 millones de creyentes del Islam que viven en Europa". Pero el hecho de ser moderado no significa nada para quienes han hecho del fundamentalismo su vida, de modo que han empezado a amenazarlo. Él es un infiel y, por tanto, ha de ser castigado por ello.
Ayaan Hirsi Ali ya denunció hace unos meses en Madrid que "la idea de que el Islam es la religión de la paz no tiene ningún fundamento", pues "dos de cada tres guerras en el mundo se libran en nombre de esa creencia". Hirsi Ali ha dedicado su vida a denunciar el sometimiento al que la cultura islámica somete a la mujer y ha resaltado la necesidad de una crítica ilustrada al Islam desde su interior, que permita a esta religión convivir en paz con y en Occidente, respetando los derechos individuales. Por esa denuncia fue asesinado el director de cine Theo Van Gogh y ahora se ha visto obligada a exiliarse –por segunda vez en su vida– en Estados Unidos, marchándose de una Holanda donde resulta demasiado incómoda para los apaciguadores del islamismo. Ella no sólo es infiel, sino que además es apóstata y mujer; y debe ser castigada por ello aún más duramente.
El multiculturalismo se ha impuesto en Europa como dogma de fe políticamente correcto. Bajo la sacralización de "todas las culturas" por su supuesto valor intrínseco y la negación de la mera posibilidad de evaluarlas porque cualquier examen se haría bajo el prisma viciado de la cultura del examinador, se esconde la crítica a Occidente y sólo a Occidente, la única cultura que sí puede condenarse impunemente. Sin embargo, las culturas tienen una función al servicio del hombre: proveerle de los mejores instrumentos posibles para desenvolverse en la vida. El hecho de que la emigración se produzca casi exclusivamente desde países musulmanes a occidentales, y no al revés, por ejemplo, demuestra que la cultura occidental sirve mejor a las necesidades de los hombres, musulmanes o no. Tildar de "islamofobia" las críticas al Islam, confundir la lucha de las ideas con la estigmatización de los creyentes por serlo, es negar a los musulmanes la posibilidad de adoptar una cultura que, como la occidental, no les exige cambiar de religión pero sí respetar el pensamiento y las creencias de los demás.
No resulta extraño que quienes en España se han convertido al Islam convirtiéndose en portavoces del mismo nieguen a los demás musulmanes la posibilidad de occidentalizarse. Al fin y al cabo, personas como Roger Garaudy, Mansur Escudero o el propio Yusuf Fernández no han hecho más que cambiar el modo en que combaten a Occidente y la democracia liberal, pasándose del comunismo al Islam. Si existe alguna esperanza de que el Islam se reforme, como pide Hirsi Ali, no se hará gracias a ellos sino a pesar de ellos. El mundo libre ha tenido que vencer al fascismo, al nazismo y al comunismo para sobrevivir. Ahora debe luchar contra el islamismo. Porque para él todos somos infieles y debemos desaparecer o someternos a sus dictados.

Gentileza de LD

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