jueves, julio 27, 2006

Proceso de propaganda

28-VII-2006
Proceso de propaganda
EDITORIAL

Para cuando quedó bien claro que ni el terrorismo callejero ni la extorsión se habían detenido, la opinión pública ya convivía de forma natural con la idea de que el Estado se sentara a la mesa con una banda de asesinos.

Desde antes incluso del anuncio del falso "alto el fuego" por parte de ETA, estamos asistiendo a un proceso de rendición para cuyo avance el Gobierno, el PSOE y sus grupos mediáticos afines están acometiendo una delicada operación propagandística que haga soportables y hasta admisibles las cesiones que piensan llevar a cabo. Las negativas categóricas pasan a ser matizadas, para que incluso los menos afines empiecen a entrar en la discusión de aquello que era indiscutible. De ese modo, lo impensable pasa a ser pensado y el escándalo que pudiera producir su materialización, manejable.
Acabamos de ver un claro ejemplo. Si buena parte de la opinión pública se rebela contra el proceso ante las imágenes de Txapote ejerciendo de lo que es, es decir, de etarra; y conscientes como somos todos de que una de las primeras exigencias de ETA será una amnistía de sus presos, López Aguilar acude raudo a precisar que esas medidas no le llegarían ni a él ni a otros "psicópatas", dando a entender que a otros terroristas sí. De ese modo, pasamos del debate sobre si hay que perdonar a algunos etarras sí y a otros no, cuando antes se hablaba sobre la victoria sin precio de ningún tipo sobre el terrorismo nacionalista vasco, lo que incluía no adoptar ninguna medida de gracia a favor de ninguno de los integrantes de la banda terrorista.
La más clara muestra de este mecanismo de propaganda, no obstante, la hemos tenido en el "proceso de verificación" del falso "alto el fuego". Nadie consideraba admisible un proceso de diálogo con una banda terrorista en activo, de modo que Zapatero fue el primero en asegurar que jamás se llevaría a cabo si los etarras continuaban ejerciendo su profesión. Como garantía propuso –y no se rían que hubo quien se lo tomó en serio– que el portavoz de los GAL, Alfredo Pérez Rubalcaba, verificaría que efectivamente habían dejado de actuar. De modo que, tras tan solemne declaración, comenzó la discusión sobre el momento en que empezarían las conversaciones y sobre qué iban a versar. Un diálogo que antes era impensable, ahora se pensaba y editorializaba. Y cuando quedó bien claro que ni el terrorismo callejero ni la extorsión se habían detenido, y que además las conversaciones habían comenzado mucho tiempo atrás, la opinión pública ya convivía de forma natural con la idea de que el Estado se sentara a la mesa con una banda de asesinos. El escándalo ya era manejable.
Hay, desde luego, más ejemplos; el "proceso" está plagado de ellos. Y es que ante semejante exhibición de poderío en la manipulación de la opinión pública, el PP se muestra completamente impotente. Dada la clara inferioridad en la artillería mediática, Mariano Rajoy debería encargarse personalmente de explicar todo esto a los ciudadanos en lugar de enredarse en elucubraciones sobre "precios políticos" que nadie entiende ni sabe qué son. Aunque casi parece más bien que él ha sido el primero en caer en las redes de la propaganda y en pensar y discutir sobre aquello que era impensable e imposible de mencionar entre personas de bien hace apenas unos meses.

Gentileza de LD

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