miércoles, julio 26, 2006

Operacion biquini

miercoles 26 de julio de 2006
Operación Biquini

La maldición c hacinera es esa ley física por la que, a partir de cierta edad, las mujeres o nos ajamonamos o mos amojamamos-->

Horror, ya está aquí de nuevo la hora de la verdad. Lo digo porque, a pesar de que el verano es la época del año en la que las costumbres se relajan, los romances menudean y el gazpacho nos alegra las comidas, también es el tiempo de algunos terrores femeninos, como la maldita operación Biquini. Desde el mes de abril más o menos, las revistas femeninas, tan cómplices y optimistas ellas, ya empiezan a aleccionarnos con su habitual letanía preestival: que si hay que comenzar la lucha contra la celulitis y también contra el envejecimiento cutáneo, que si han salido unos parches nuevos que literalmente derriten la grasa de los michelines a ojos vista, que si este año hay que poner especial atención al descolgamiento de los antebrazos. Y todas nos embarcamos en tan santa cruzada con enorme moral de batalla, juramos ir al gimnasio e incluso acudimos cada día la primera semana. A continuación, compramos las seis o siete cremas de belleza más caras del momento e incluso nos agenciamos unas pesas de a kilo para trabajar los bíceps sólo para acabar hacia finales de mayo vencidas y exhaustas (y con la tarjeta de crédito en igual estado). Llega por fin el verano, momento en el que una se mira al espejo (como si no lo hiciera a lo largo de todo el año) y con el ojo inmisericorde de un tratante de ganado pasa a inspeccionar cómo avanza lo que una amiga mía llama la maldición chacinera. La maldición chacinera, para que ustedes sepan, es esa inexorable ley física por la que a partir de cierta edad los hombres, y más aún las mujeres, engordan como zepelines o por el contrario adelgazan como momias. En otras y crueles palabras: nos ajamonamos o nos amojamamos. Como últimamente yo ando muy sensible respecto de este punto, he hecho mi propia investigación de campo sobre los pros y los contras de cada caso. Amojamarse tiene sus ventajas porque implica que se puede seguir usando la misma talla 38 o 40 de toda la vida y compartir ropa con nuestras hijas. Incluso permite fantasear con que una está superjoven porque hasta le echan piropos y todo (cuando te ven de espaldas, claro). La otra maldición chacinera también tiene su faceta esperanzadora. Las que se ajamonan tal vez no puedan birlarles ropa a sus hijas; pero qué importa, a ciertas edades es mejor adoptar un look digno y a la vez favorecedor. Emular, por ejemplo, el de Romina Power, una de las mujeres más guapas de mi generación que ahora, en las filas de las jamonas, luce monísima (las gordas siempre están radiantes de cara) vestida de Demi Roussos. Y si usted no tiene la más pálida idea de quién es Demi Roussos porque es muy joven, en seguida le ilustro. Se trata de un cantante de los años sesenta que pesaba aproximadamente unos 120 kilos y que gastaba unas chilabas o caftanes de colores vivos. El look se completaba con un chal o poncho que camuflaba divinamente sus kilillos de más. Los hados han querido que de momento yo me libre de la maldición chacinera, pero nada es gratis en esta vida. A cambio, corro grave riesgo de caer en otra maldición que en Uruguay se llama la de las viejas confundidas. Las viejas confundidas son mujeres de bien entrada la cincuentena con cuerpo de gimnasio y melena al viento que, al verse tan juveniles, comenten el error de creer que el tiempo, ese gran demoledor de belleza, les ha perdonado la vida. Entonces, empiezan con las extensiones en el pelo, luego le birlan los pantalones piratas a su hija quinceañera y acaban poniéndose un piercing en el ombligo. Las viejas confundidas, además, suelen caer en la tentación (líbreme Dios de ella) de hacerse recauchutajes faciales para armonizar cuerpo y cara y acaban pareciendo unos engendros. En fin, como verán, no estoy muy optimista estos días sobre el tema del físico. Pero es que acabo de comprarme un biquini y, aparte de haber pagado un pastón por tan escueta prenda (a ciertas edades las gangas no funcionan), me ha hecho reflexionar: Sic transit gloria mundi, ya no soy la que era. ¿Y ahora qué hago? ¿Me apunto a la moda Demi Roussos o paso de todo y me pongo un piercing?

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