miércoles, abril 26, 2006

Fraga, homenaje y reproche

Cuaderno de campo
Fraga, homenaje y reproche
José Javier Esparza

27 de abril de 2006. Este periódico contaba ayer una importante intervención de Manuel Fraga ante el sanedrín del PP: dado que el Gobierno intenta dividir a la derecha promoviendo la aparición de partidos radicales, Fraga aconseja huir de posiciones sulfurosas como las predicadas por Jiménez Losantos. Parece indiscutible que ZP intenta dividir a la derecha forzando la aparición de grupos más radicales: eso explica la permanente provocación socialista. Lo que no se entiende muy bien es la prevención de Fraga contra el "federiquismo", porque, precisamente, Jiménez Losantos lleva dos años sujetando la tapa de la olla. El "federiquismo" pretende que sea el PP quien dé voz a los sectores más irritados, de manera que no quede espacio para otro partido que pudiera restar votos a Rajoy. Inversamente, lo que propone Fraga, según parece, es alejarse de posturas radicales para no dar entrada a las actitudes de "resistencia". Pero en ese caso, ¿no pasarían tales voces a expresarse fuera del rebaño?Hoy, ante el cambio de régimen promovido por ZP, la derecha tiene dos caminos: o la resistencia (porque el cambio es ilegítimo), o el posibilismo y, en su caso, el colaboracionismo (porque oponerse supondría quedar fuera del sistema). Fraga opta por el posibilismo. Es verdad que parece la vía más práctica para salvar al PP como estructura política. ¿Pero salvará también los principios que, teóricamente, defiende ese partido? Porque, si no lo hace, entonces la aparición de fuerzas a la derecha del PP será inevitable. ¿Cabe pensar que a Fraga se le ha pasado esto por alto?Para entender a Manuel Fraga hay que intentar –no es fácil- ponerse en sus zapatos. Por edad y trayectoria, hace tiempo que Fraga proyecta sobre la vida política una mirada como mineral, que mide los tiempos con el ritmo lento de lo geológico. Va a cumplir 84 años. Ha formado parte de dos regímenes: el de Franco y el de la Monarquía parlamentaria. Ha visto ascender y caer a varias promociones de líderes –sobreviviendo a todas ellas. También ha vivido dos transiciones: la de 1975 y la actualmente en curso. Ahora asiste al nacimiento de un tercer régimen que aún no sabemos muy bien cómo será, pero que apunta hechuras de confederación bajo el paraguas formal de la Corona. Desde aquel punto de vista mineral, geológico, todos estos cambios ya no se viven como sucesos que uno pueda detener ni, mucho menos, invertir, sino, más bien, como una corriente que es posible encauzar, gobernar, sí –como la piedra encauza un torrente-, pero plegándose al curso de las cosas –como el lecho soporta el paso de las aguas.Estéticamente hay algo admirable en esa actitud mineral, en esa capacidad del hombre de Estado para geologizarse y asistir al movimiento del mundo con la quietud de la Columna Trajana. Pero éticamente es una opción peligrosa: a veces no es fácil distinguir entre la transigencia y la rendición. Por otro lado, también las estatuas de sal son minerales.

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